jueves, 3 de septiembre de 2009

INFORMEDH Nº13 - EDITORIAL.


En recuerdo de ALBERT SCHWEITZER, fallecido el 4 de setiembre de 1965

Extracto de:
De Joachim Hahn

La Idea - Fuerza de toda la obra de Schweitzer es la decadencia de la civilización occidental: sus orígenes, sus manifestaciones, y más aún: sus soluciones.
Se da clara cuenta Schweitzer del proceso tal vez irreversible, tal vez imposible de detener, que es la autodestrucción de nuestra cultura.


Existe, dice Schweitzer, cada vez más severo un desdoblamiento, una separación cada vez más infranqueable entre la cultura y la realidad, cuyos orígenes se remontan a la mitad del siglo XIX: “El hombre se ha transformado en un superhombre, poderoso por los logros de la ciencia y la tecnología, con dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, pero su razón,
su entendimiento, no tuvieron el mismo desarrollo.

Entre más poderoso se vuelve, más pobre será. Entre más superhombres seamos, más inhumanos seremos”.

Su proposición fundamental  es el respeto profundo por la vida, la veneración por ella,
(Ehrfurcht vor dem Leben, lo llamó él), que se manifiesta diciendo: “El Bien es mantener la vida, propiciarla y desarrollarla. El Mal es destruir vida, inhibirla o negarla”.

En el discurso pronunciado en Oslo con motivo del Nóbel, reconoce que con la energía atómica “se nos descubre todo terror de nuestra existencia”, pero que posiblemente peor que la muerte atómica es la muerte de la conciencia.

Dice Schweitzer en Oslo: “Si nos entregamos sin resistencia, nos hacemos culpables también de la deshumanización: Llegará un nuevo Renacimiento en el que la humanidad descubra que lo ético es el Fin supremo y la Utilidad máxima, para poder así liberarse del pobre sentido de lo Real en el que se arrastra… quisiera ser el que prepara el camino para ese Renacimiento... porque creo haber encontrado el sentido de lo Humanitario y haberlo expresado con una visión elemental del mundo, con un gran poder de convicción que no tenía hasta ahora, lo cual le permite expresarse de manera enérgica y consecuente en la realidad”.

La ética con la cual nos desempeñamos no está comprometida con otro objetivo diferente que el del bienestar humano, y que generalmente se traduce en el bienestar de unos pocos. La ética tiene que estar comprometida con la realidad para transformarla; se debe establecer un compromiso claro y concreto entre la teoría ética y nuestra actitud práctica. Un compromiso de respeto por lo vivo.

Respondía Schweitzer a quienes criticaban su decisión de viajar al Africa renunciando al bienestar y a la fama que ya había adquirido en Europa:
“Aquí estudiamos Teología, escribimos gruesos volúmenes sobre la doctrina cristiana, y allá donde debiera ponerse en práctica nuestra bella teoría, allá sucede todo lo contrario”.

¿Qué solución propone entonces Schweitzer? En un prolongado viaje por el Ogowe hacia septiembre de 1915, mientras se dedicaba a llenar hojas y hojas de papel con ideas más o menos inconexas sobre el problema ético, buscando solución al dilema que desde hacía años venía torturándolo, una idea especial fue cobrando brillo: la idea de la “Ehrfurcht vor dem Leben”, el respeto profundo por la vida. Supo inmediatamente que había dado con la idea central de todo su sistema filosófico, la luz que había iluminado desde siempre su camino, pero que apenas ahora lograba expresarse en palabras:
“El gran error de toda ética anterior es creer que debía ocuparse únicamente del comportamiento del hombre con el hombre. Pero el hombre sólo es ético cuando el conjunto de la vida le es sagrado”.
¿Y quiénes actuarán con esa nueva ética?

 “Nuestra situación se desarrolla de tal manera que el hombre cada día pertenece menos a sí mismo y a la naturaleza, y cada vez más es dominado por la sociedad. La humanidad ha renunciado a su relación natural con la realidad y busca su salvación en las fórmulas esotéricas de magias Económicas y Sociales que alejan cada vez más la posibilidad de salir de la miseria económica y social.

Estas fórmulas mágicas se caracterizan todas porque el individuo debe renunciar a sus características materiales y espirituales propias, para pertenecer a una muchedumbre que lo domina material y espiritualmente del todo.
¡No abandonéis el ideal del Individuo Humano. Permaneced personas con espíritu propio. No os convirtáis en Cosas Humanas cuya voluntad es la de la masa y cuyo espíritu es el de aquellos, que la dominan!”.