Del 3 al 6 de septiembre, sensibilizados ante la situación de crisis que estamos atravesando, se ha celebrado en Madrid el XXIX Congreso de Teología bajo el lema “El Cristianismo ante la crisis económica”.
Como resumen de lo debatido en el Congreso, destacamos lo siguiente:
1. El shock sufrido en el llamado primer mundo, cuyos efectos se han proyectado inmediatamente de forma universal, como consecuencia de la crisis económica de 2008 y 2009, comparable únicamente con el histórico crack o “gran depresión” del primer tercio del siglo veinte, está haciendo que se tambalee el estado de bienestar alcanzado en las últimas décadas por un pequeño número de países privilegiados, sumiendo al resto del universo en un caos de efectos incalculables. Estos hechos suponen una prueba de fuego no solamente para los dirigentes mundiales, sino también para las conciencias de muchos cristianos, al cuestionar su nivel de solidaridad comprometida.
2. Una situación como ésta hay que contemplarla no sólo desde una óptica económica, sino desde un punto de vista sociológico y, sobre todo, con una profunda sensibilidad cristiana. Se trata de una realidad de injusticia económica excluyente de los más necesitados y vulnerables de la sociedad, que ya habitaba entre nosotros antes de 2008 y que ha explotado ahora, haciéndose patente la fragilidad de una sociedad en la que han sido trucados los valores cristianos por el enriquecimiento fácil y la ostentación sin límites, que dan origen a un estado de injusticia que ha ocasionado que los índices de desigualdad y de pobreza no solamente no se hayan reducido en los años de prosperidad y desarrollo social, sino que se han mantenido constantes a lo largo de todo este período.
3. En estos tiempos invernales en los que no solamente la economía y la política sino la fe y la ética están en crisis, es hora de solidarizarse con los colectivos más frágiles de la humanidad y recuperar algunos valores cristianos, como la opción preferencial por los pobres, así como la identificación con los mártires de la tierra, dando respuesta tanto a las demandas del tercer mundo como a las bolsas de pobreza del cuarto mundo, estableciendo así puentes de comunicación desde una sensibilidad genuinamente cristiana.
4. Si bien consideramos que el responsable de la crisis es el sistema capitalista, que permite que unos pocos se enriquezcan a costa del empobrecimiento de las mayorías populares, denunciamos la apatía y la falta de compromiso social de las confesiones religiosas, que se preocupan más por cuestiones de poder y por seguir defendiendo situaciones de privilegio en el terreno económico y social que por denunciar las injusticias de un sistema que atenaza a los sectores más necesitados. Por este motivo, entendemos que deben activarse las mejores tradiciones de justicia, igualdad y solidaridad de todas las religiones y movimientos espirituales a través de iniciativas comunes que coadyuven, desde planteamientos éticos responsables, a introducir un cambio radical en el comportamiento social.
5. En el proceso del debate abierto en el Congreso se ha evidenciado la necesidad de construir un nuevo orden mundial -político, económico, jurídico- alternativo al neoliberalismo, basado en la cooperación, la solidaridad y capaz de llevar a cabo controles efectivos del actual sistema financiero para evitar los abusos que se producen sistemáticamente. Y, a nivel nacional, que es urgente un cambio de rumbo de la política económica que beneficia a los poderosos y la puesta en marcha de políticas fiscales y sociales favorables a los sectores más desfavorecidos
6. En el terreno personal, como ciudadanos y creyentes, tenemos que dejarnos interpelar por la crisis actual y asumir compromisos concretos en los diversos niveles en los que nos movemos, renunciando al consumo irracional e insolidario, viviendo con austeridad, solidarizándonos de manera efectiva con las víctimas de la crisis, trabajando por la justicia y luchando contra la discriminación en todas su formas y manifestaciones étnicas, racionales, sexistas, sociales y culturales.
7. Como expresión de nuestra identidad cristiana, hacemos nuestro el sufrimiento de una humanidad doliente, en especial de los sectores excluidos del mercado laboral, desposeídos de todo tipo de derechos sociales y clamamos por el establecimiento de una sociedad más justa y equilibrada, en la que se deje oír la voz y el llanto de los más pobres entre los pobres, los que han sido arrojados fuera del mercado laboral, habiendo sido privados de su sustento y de su dignidad.