jueves, 14 de enero de 2010

INFORMEDH Nº 21 - Obispa Margot Kässmann Homilía en la celebración de Año Nuevo el 1 de enero de 2010 en la reconstruída iglesia de Nuestra Señora en Dresden – Alemania


“Que vuestro corazón no tema – crean en Dios y crean en mi” – esta es la palabra-consigna bíblica que nos es dada como compañía para nuestro camino a lo largo del nuevo año de 2010.
Es una hermosa promesa para un primero de enero, ya que al comienzo de un nuevo año generalmente nos encontramos en tensión entre la esperanza, de que todo va a ir bien, y los temores, de que cosas tremendas puedan sucedernos.
La palabra-consigna para 2010 es ante todo una palabra de aliento: ¡No temer! ¡No tengan miedo! Debemos comenzar el nuevo año con confianza en Dios: „Crean en Dios y crean en mi“.
¿Pero no parece un poco „naiv“, ingenua, esta respuesta a nuestro temor: „¿crean en Dios?“   Suena tan fácil. Me recuerda a una frase escrita en muchas de las tarjetas que recibí para Navidad: „¡todo va a salir bien!“ Aparentemente una conductora de televisión editó toda una serie de tarjetas con esta frase: ¡“todo va a estar bien!“ Me pregunto: ¿es este el mismo mensaje cristiano de la palabra-consigna bíblica de este año? Cierto, de todos modos parece ser una esperanza: ¡que todo esté bien! Porque comienza un nuevo año y muchísimas personas anhelan que las angustias de nuestro mundo de alguna desaparezcan.
De un modo extrañamente misterioso para el año nuevo la esperanza se apodera de toda nuestra sociedad, a pesar de lo diferente que somos comúnmente en nuestra vida cotidiana.
El cartero me dice: “¡feliz Año Nuevo!“                                                                          
La mujer joven en la caja me desea: “¡que entre bien al nuevo año!”

La colaboradora en la oficina se despide alegre: „¡que las cosas se renueven el año próximo!“ Lo nuevo. Alegría por lo nuevo. También curiosidad. El nuevo comienzo como oportunidad. Podemos experimentar ansiosos que algo nuevo está viniendo. Llenos de esperanza y expectativa. Todo está bien. O como canta Xavier Naidoo en su nueva canción: „¡Todo puede mejorar!“ Es un sentimiento hermoso y podemos permitirnos sentirlo.
Pero –sí, seguramente Ustedes ya se esperaban que viniera este „pero”.                            Pero lastimosamente no está todo bien. ¡Y vaya que tenemos motivos para temer!. Vivimos con un lacerante temor, que no es un poco de diversión o un jueguito del tipo „¡cómo me asusté!“ No se trata de una pavada de Halloween o una película de terror o una broma con el miedo. Sentimos un temor muy real, una profunda conmoción, un terror vivencial, de verdadera dimensión existencial.
Si nuestro corazón siente este profundo temor, se conmueve toda nuestra vida. Nuestro corazón, según la Biblia, es el lugar, en el cuál el ser humano no puede esconder nada. Allí se unen los sentimientos y los pensamientos: cuando se trata del corazón, ponemos en juego toda nuestra existencia. Cuando se trata de nuestro corazón, se trata de las preguntas fundamentales de nuestra existencia: ¿Quién soy realmente? ¿Tiene sentido mi vida? ¿Adónde quiero llegar? ¿Cómo puedo superar la situación en la cuál me encuentro? ¡Dios mío, no sé cómo seguir!
Siento espanto –porque reconozco, que no encuentro una perspectiva en mi vida. No voy a ser capaz de soportar las exigencias del trabajo, de la escuela, del deporte de alto rendimiento.  Siento espanto – porque mi matrimonio se resquebraja, me siento como el hamster dando vueltas en la rueda, así no puedo seguir. Siento espanto – porque cargo una culpa: ¡nunca seré capaz de reparar lo hecho, no hay camino de retorno!. Siento espanto – porque estoy enferma, voy a morir. Debo comprenderlo: mi vida tiene un final.
Querida comunidad: cuando sentimos en el corazón un miedo profundo, es nuestra vida misma la que está siendo puesta a prueba. Y demasiado fácilmente solemos evadirnos, escaparnos. El joven se engancha a su computadora, la señora mayor se cuelga a su TV, el comerciante se emborracha, la madre se va a hacer compras. Sí, ya sé: parece que estoy repitiendo lugares comunes, pero son intentos de escape, de evasión para hacer a un lado nuestros miedos.
Confrontarnos con las grandes preguntas de nuestra vida, con aquello, que desafía a mi vida, eso exige valor y confianza. Confianza en Dios, como lo erntiende Jesús en su exhortación „¡confíen en Dios y confíen en mi!“ ¡Confíense a, encomiéndanse!¡No pueden caer sino en las manos de Dios y Dios entiende lo que es el ser humano, porque justamente no se quedó en lejanos mundos celestiales sino vivió en medio nuestro, conoce el sufrimiento, el morir y la muerte. Creer en Él quiere decir no ocultar ni esconder en este nuevo año las tensiones, sino tomar valientemente de sus manos lo que viene dándole forma y creando nuestra vida con responsabilidad tan bien como nos sea posible. Cuando rezamos hacemos exactamente esto: arriesgarnos a confiar pidiendo valor.

En el cuadro del altar de esta hermosa iglesia, pintado por Johann Christian Feige, vemos como el movimiento de Cristo orando es asumido  y reproducido por el ángel. Quizás el artista recordó las palabras del Evangelio de Lucas: „pero se le apareció un ángel del cielo que le daba fuerzas“.     Su gesto es como de bendición, pero también de orientación, indica un camino. En esto confiamos al comienzo de un nuevo año: en la bendición y la orientación. Orando como Cristo deseamos ser sostenidos y apoyados a través de los altos y bajos que vengan, también, cuando tengamos temor. En la oración experimentamos el aliento y estímulo para comprometernos con nuestro mundo.

Refiriéndose al ángel del altar el famoso predicador Phillip Jacob Spener en su momento animó y alentó a sus oyentes con estas palabras „si nos falta el apoyo humano y no vemos a nuestro alrededor donde sostenernos, nos consuele desde el cielo un ángel, quiere decir, que Dios nos haga llegar inesperadamente consuelo, como si nos enviara un ángel: ya sea desde dentro nuestro o enviándonos a otras personas, que se conviertan un nuestros ángeles“.

No, aún no vivimos la plenitud del reinado de Dios, cuando todas las lágrimas habrán sido secadas, pero podemos convertirnos mutuamente en ángeles, en mensajeros de Dios unos para otros. Es imposible atar a Dios, no se puede grabarlo en el disco rígido ni encerrarlo, tampoco en nuestras iglesias. Pero es posible experimentarlo en nuestras vidas, allí donde encontramos consuelo, compañía, apoyo, donde logramos cambiar y comenzar a vivir con confianza.
“Vuestro corazón no tema” es algo así como la carta de presentación de Dios. En esto podemos confiar: Dios nos quiere acompañar en cada uno de nuestros caminos. – los ángeles de Dios no nos abandonan.               
Hay algo evidente: Existe un fuerte contraste entre la promesa de Dios y nuestra vida defectuosa, imperfecta. Percibimos la promesa, pero la realidad nos alcanza como un duro golpe de realismo en la cara… Porque el miedo no existe solamente en nuestra vida personal sino que domina todo lo que vemos y vivimos en nuestro mundo.
Nada está bien con el clima mientras sigamos con la mentalidad que impone el poder: ¡después de nosotros el diluvio! Sí, es hora de espantarse y de tener el valor de actuar, más aún después de la cumbre de Kopenhagen.
¡Nada está bien en Afganistán! Todas las estrategias militaristas nos han engañado y ocultado que al fin y al cabo los soldados empuñan armas para usarlas, también matando a la población civil. Necesitamos seres humanos que no le teman a esta lógica irracional de la guerra, sino que brinden un claro testimonio por la paz en el mundo, levantándose contra la violencia y el militarismo diciendo: La esperanza en el futuro de Dios ya me da aquí y ahora el valor de buscar alternativas luchando por ellas. Algunos consideran que esto es “naiv”, ingenuo. Un oficial del ejército alemán me escribió, de modo bastante cínico, si acaso pienso convencer a los talibanes con „charme“ femenino. No soy ni “naiv” ni ingenua. Pero es evidente que en Afganistan las armas tampoco logran construir la paz. Necesitamos mucha más imaginación y creatividad para la paz, y modos totalmente distintos para superar los conflictos. Lograrán más que toda la propaganda pretendidamente tan pragmática que impulsa el uso de las armas como única lógica. Hace algo más de veinte años muchos también se burlaron de las velas encendidas y las oraciones aquí en Dresden…

No, no está todo bien cuando hay tantos niños pobres en nuestro propio país. Porque la pobreza infantil se oculta silenciosamente detrás de las bambalinas. Me cuenta una madre, que el grado de su hijo de 15 años organizó un viaje al exterior, pero ella no estaba en condiciones de aportar su parte. Sin embargo el grado quería a toda costa que su hijo los acompañara, de modo que sus compañeros juntaron el dinero. Pero el chico se negó a viajar, porque le avergonzaba demasiado, que otros pagaran por él. Incluso cuando el maestro le habló su hijo no cambió su postura: Fue el único que se quedó en casa.
Nada está bien, y es hora del espanto, cuando en una comunidad es tan difícil, tan avergonzante aceptar ayuda, tanto para los jóvenes como para los ancianos, para los pobres, enfermos y discapacitados. En una sociedad así se necesita una fe muy fuerte y activa, una fe que lucha por la dignidad de cada ser humano.
Nada está bien, es terrible, cuando un deportista del más alto nivel competitivo y reconocimiento internacional tiene miedo de hacerse tratar cuando sufre un profundo estado depresivo. Pero no nos engañemos y seamos sinceros: Si su enfermedad hubiera alcanzado estado público no podría haber seguido jugando como arquero de la selección nacional de fútbol.  Que su muerte haya conmovido a tantas personas significa, que Robert Enke se convirtió en representante del temor con el que viven tantísimas personas. En él se les hicieron presentes los abismos de sus propios miedos, el terror, de no poder seguir más ese ritmo, de ser incapaces de seguir levantando en alto la fachada de grandiosidad, de belleza y poder sin límites.

Nada está bien, y nos aterra reconocer de qué modo nos domina una atmósfera de falta total de misericordia y todos siempre estamos obligados a ser fuertes ¡qué inhumanidad! Entonces más que nunca debemos ser un testimonio de aquél amor al prójimo, que nace de nuestra fe.
No, nada está bien. Pero a pesar de ello no debemos entrar al nuevo año deprimidos y con la cabeza gacha. “Levanten sus miradas y levántense Ustedes” dice en la Biblia.                         ¡Pero sí! Nosotros creemos en el Cristo resucitado y no en un muerto. Nosotros estamos llenos de esperanza por este mundo y aún más allá. Por eso soportamos la tensión de vivir entre el temor y la confianza en Dios, entre el miedo y el valor de luchar por la transformación del mundo.  Podemos festejar con alegría, sin ocultarnos detrás de fachadas. Porque nuestra fe no oculta ni trata de distraer la atención del dolor y la angustia de este mundo. Esto para mi es lo absolutamente central y decisivo: Ya en el pesebre de Belén ¡verdaderamente nada estaba bien! Jesús nació en medio de la pobreza: El padre presiente, que la huída al exilio es la única salvación, y la joven madre vive sola en el extranjero. Pero las cristianas y los cristianos creemos, que en este niño en el pesebre Dios mismo se hizo uno de nosotros – con pañales y envolturas, con piel y pelos, con alegrías y tristezas. Dios no es un solitario monarca cósmico sino que está en medio nuestro como amigo y hermana, como un ser humano que conoce las cimas y los abismos de la vida, el amor y la felicidad pero también los miedos y las angustias. Esta fe seguramente no hace que los esfuerzos y temores, espantos y preguntas desaparezcan de la tierra. ¡Justamente por ser cristianas y cristianos NO vivimos ajenos y apartados del mundo! Pero tenemos la fe, que la promesa de vida que Dios hace al mundo puede transformar a este mundo con todas sus preocupaciones. Nos anima a enfrentar el temor que reina en este mundo, de modos muy diferentes: P.ej. visitando al vecino anciano y solitario, quitándole al chico la vergüenza y posibilitando que pueda hablar abiertamente sobre qué significa la pobreza. Y enfrentando decididamente la construcción interesada de “imágenes enemigas” e “hipótesis de conflicto”. O practicando un modo de vida sustentable. Es posible dar muchos pequeños pasos cada día. De este modo no es el terror el que gana la partida, sino la confianza en Dios.
Sí, a cada una y cada uno nos gustaría hacer la experiencia para nosotros y para nuestro mundo todo, que la vida puede sanar. Porque esto es lo que resuena y de esto trata el mensaje: “Que vuestro corazón no tema“. Jesús Cristo quiere ser un salvador y sanador para nosotros. Pero la realidad es la vida cotidiana y nuestra experiencia es, que muchas cosas se logran y muchas fracasan. El mundo sigue sin ser redimido plenamente, no todo se sana. Dios no impone un “nuevo mundo feliz” con el poder de las armas. Pero seguimos confiando en el futuro de Dios con la misma perseverancia con la que nos esforzamos por construir señales de justicia y paz. No menos que esto.
Porque todos lo sabemos: no existe una vida perfecta e inmaculada. Todos conocemos los quiebres y rupturas en nuestra vida. Por eso es tan importante encontrarse con el silencio, con una paz profunda. Sería hermoso, si una sociedad todavía fuera capaz de ello aunque más no sea al fin de un año.

Wolfgang Dietrich escribe:
“Un canto envuelve el mundo: ¡escuchen!  Hasta las estrellas lo oyen.
El canto canta por la vida.  
Extiende sus alas y vuela hasta los confines de la tierra.    
Entonces los desconsolados levantan sus cabezas.                                                                     
Los miserables encuentran un hogar.                                                                                           
Los huérfanos portan coronas reales.                                                                                                   
Y hasta en los árboles resecos el canto hace brotar hojas eternamente verdes.                   
Somos los desarraigados y nos arraigamos.                                                                                 
Los resecados, pero echamos brotes.                                                                                          
Los mustios, pero cargamos frutos.                                                                                               
Los errantes, pero nos saluda la estrella”                                                                                                                                                                                                                                                           
¡Escuchemos entonces!

Vayamos nuestro camino sostenidos por la confianza en Dios. También cuando estemos desconsolados o resecos podemos echar raíces y producir frutos. Porque sobre nuestra vida se extiende la promesa „¡Vuestro corazón no tema!“ O también „Los ángeles de Dios no nos abandonan“ – es eso lo que celebramos, lo que vivimos, es lo que cantamos, y en lo que confiamos en el comienzo de este nuevo año. Es una melodía muy propia para nuestra vida, la que oímos, y nuestra esperanza, sobre la que nos basamos.

Es hermoso, cuando estamos felices, podemos estar agradecidos por ello. Pero también sabemos, qué frágil y vulnerable son nuestra felicidad y nuestras relaciones humanas, al comienzo de un nuevo año somos especialmente sensibles para ello. Porque pueden producirse cambios, enfermedades, fracasos y muerte. 
„Todo va a salir bien“ es demasiado banal, superficial. En lugar de ello como cristianas y cristianos decimos: ¡No temamos! Todo está guardado en Dios. Puedo confiar que Dios me acompaña en los altos y los bajos de mi vida. Sea que estoy solo o viviendo en comunidad, feliz o preocupado, exitoso o fracasado, en un camino tranquilo o en una encrucijada. ¡Puedo confiarme! Y saberme alentada a actuar yo misma, a aportar mi parte, para que en este mundo disminuya el temor. Si muchas personas damos muchos pequeños pasos se puede transformar el rostro de la tierra...
Pongámonos pues en camino ingresando a este nuevo año con confianza en Dios y valor. Nuestro corazón no tiene por qué temer, somos sostenidos y podemos sostener a otros, somos animados y podemos animar a otros, somos personas transformadas por nuestra fe en Dios y podemos transformar la realidad, para que otros no tengan que seguir viviendo con miedo. Poder oír y aceptar esto para nosotros personalmente significa ser bendecidos. Vivir agradecidos, felices, pero también sostenidos y acompañados en tiempos de dudas, conflictos, inquietudes y ansiedades.
Les deseo pues a todas y todos un bendecido Año Nuevo. Amén.

Traducción: Arturo Blatezky