martes, 22 de diciembre de 2009

INFORMED Nº 19 - Navidad.

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Diciembre  2009 - Año III - Número 19

NAVIDAD

Había en esa región peones que vivían en el campo y que por las noches se turnaban cuidando rebaños de ovejas.

A ellos llegó un mensajero rodeado de luz, lo cual les produjo un enorme temor.

Pero el mensajero les dijo: “No teman, porque vengo a anunciarles una gran alegría a ustedes  a todo el pueblo: “¡Llega un salvador, el elegido para su liberación!”

De pronto apareció una multitud de mensajeros que cantaba “¡Gracias a Dios, hoy comienza un tiempo de felicidad y paz para la humanidad, viva el Salvador!“

Cuando los mensajeros se volvieron con sus cantos y luces, los peones se dijeron: “Vayamos a ver si es verdad lo que anunciaron“ y se fueron rápidamente por donde les habían indicado.

Los peones no conocían las ciudades, porque allí no los querían y los echaban. De modo que tuvieron que buscar y cuando por fin llegaron a un lugar que les parecía el indicado, se encontraron con una madre joven y su compañero, los dos muy pobres, junto a su bebé recién nacido, al que habían puesto sobre la paja que comían los animales, porque no tenían otro lugar para pasar la noche.

Entonces los peones se dijeron: “Acá no parece haber pasado ningún salvador de los pobres, quizás estamos equivocados, ¿no?

Pero al compartir con esos padres harapientos las historias de sus vidas, sus tristezas y alegrías, sus cansancios y luchas, sus angustias y esperanzas, y a medida que la tapera se llenaba de una luminosidad cálida y de profecías de ayer y de hoy, los peones comprendieron, que estaban en el lugar correcto mientras María y José se dijeron “¡sin ninguna duda, ellos son quiénes debían encontrarnos!”

Juntos agradecieron y alabaron a Dios por lo que estaban viviendo.
Y María lo guardaba en su memoria.
Segun Lucas 2


Seguramente también a nosotros nos da temor (y bronca), cuando los diversos mensajeros de los poderosos de hoy “bajan“ en tiempos de campaña (o cuando les sirve) desde sus olimpos celestiales a los campos que ellos mismos arrasaron, en los que las y los pobres sobreviven como pueden en su noche eterna.

Cuando para seguir alienando y dominando a quienes deben aceptar las condiciones más humillantes y esclavizantes de trabajo o de clientelismo se presentan como salvadores autoproclamados, omnisapientes, autosuficientes y omnipotentes.

Cuando vuelven a sus “bunkers” (¿por qué y de quiénes deben defenderse y protegerse? ¿tendran el mismo miedo a los hijos de los humildes que tuvo Herodes?) para seguir burlándose a costa del dolor, la marginación, la falta de perspectivas de futuro de las familias más pobres de nuestra patria.

Cuando vemos indignados y repugnados, como nos rodean tratando de ahogarnos las chillonas luces de colores y la vocinglería infame de la farándula autoproclamada madre y maestra de la sabiduría, la justicia y la seguridad, imponiendo la persecución y muerte de los chicos de nuestro pueblo, solo para garantizar su libertad de poder aferrarse a la propiedad de la cual privan a los débiles.

Pero hoy hace renacer nuestra alegría, esperanza y fortaleza, que los mensajeros de los cuales nos habla el Evangelio, festejaron en ese campo junto con los peones compartiendo la noche del pueblo anunciándole un tiempo y una vida radicalmente distintos a los que publicitaban y publicitan también hoy los ídolos.

Hoy hace renacer nuestra alegría, esperanza y fortaleza, que el que nació esa noche no exigió ni exige que le entreguemos nuestros cuerpos y nuestras voluntades para someternos, sino que nos ofrece su propia vida, su palabra y espíritu, su esperaza y lucha como espacio de encuentro, liberación y construcción de una nueva existencia y una nueva creación para todas y todos.

Hoy hace renacer nuestra alegría, esperanza y fortaleza, que los trabajadores marginados, esclavizados y degradados de ayer y hoy tuvieron y tienen la capacidad de ver más allá de lo aparente, la profunda sabiduría de comprender y la esperanza irresistible de anticipar y anunciar en los pobres con su niño recién nacido el nacimiento del tiempo nuevo y el mundo nuevo prometido a ellos, a su pueblo y a todos los pueblos justamente en los tiempos más dolorosos, oscuros y paralizantes de la historia.

Pensando en nuestra Navidad argentina del 2009: hace renacer nuestras alegrías, esperanzas y fortalezas la experiencia diaria de quienes tienen sus oídos, ojos y corazones abiertos. Quienes oyen y ven, que también en nuestros barrios más humildes y criminalizados, chicas y chicos, mujeres y hombres nos cuentan y demuestran, que viven cada día sabiendo y sintiendo que Jesús viene a nacer en sus casillas y pesebres para crecer compartiendo el pan y el vino de las mesas, los juegos en las calles, el esfuerzo y la alegría compartidos y la solidaridad entre los vecinos.

Porque en las y los pobres -bendecidos por quién nace esa noche- se hace presente su reino, podemos cantar también en esta Navidad con el Obispo Federico Pagura:

Ya se ha abierto el cielo de un mundo en tinieblas y en un pueblecito la luz descendió; Cuna de Belén, noche de esplendor, en un tierno niño florece el amor.
A su nacimiento se inquieta la tierra, de esperanza el pobre empieza a vivir,
y en su corazón renace la fe, porque el Cristo niño le ayuda a creer.

Los sabios del mundo que buscan señales, inician su marcha camino a Belén,
hacia la verdad de una nueva luz, que al fin del camino se hará sangre y cruz.
Los tiranos tiemblan ante esta noticia de un rey que ni cetro ni espada tendrá,
pero que de amor, de justicia y paz, su reino en la tierra establecerá.

Siglos han pasado desde su venida, cada Nochebuena le anuncia otra vez;
Y en el corazón que sabe esperar, de la vida el rumbo comienza a cambiar.
Ricos potentados son hoy solo sombras, sus glorias con ellos murieron al fin;
Pero de Jesús el Reino de Paz por todos los tiempos prevalecerá.

Por eso que nadie se duerma esta noche:
vigilia de cuerdas y bombos será,
porque Dios se asoma en el rostro del Niño
y anuncia la aurora de la humanidad.
Por eso que nadie se duerma esta noche:
vigilia de cuerdas y bombos será,
porque Dios se asoma en el rostro del Niño
y anuncia una aurora de paz.
                                         

Pastor Arturo Blatezky