lunes, 22 de agosto de 2016

Un pájaro más, único, se echa a volar

Pagina12 - Domingo, 21 de agosto de 2016
Por Esteban Bayer
 
Máiza me acaba de mandar estas líneas. No hace falta más. Las palabras sacuden, irritan, entristecen. De inmediato rebobino la historia. De pronto, ahora, vuelvo a tener 17 años. En épocas en que llevar un ejemplar de “La Opinión” bajo el brazo era un acto revolucionario cuando se iba a un colegio alemán en Villa Ballester (menos mal que no veían lo que llevábamos aparte del diario). Cuando los encuentros clandestinos con Chochi, en un café, para recibir material de prensa mimeografiado de los cumpas, porque todos queríamos una sociedad más justa, era un hecho subversivo que merecía, como mínimo, ser perseguido. O ser desaparecido, como veíamos cómo se abrían huecos al lado de uno porque de pronto había amigos y compañeros que faltaban, ya no estaban.


Una tarde, un aviso. “Osvaldo, cuidate”, un mensaje claro, de un amigo, en plena calle, cuando las AAA imponían su ley y su impunidad para regocijo de aquellos que entonces buscaban la muerte y hoy dicen no saber lo que pasó, los que aseveran no saber cuántos fueron los desaparecidos, los que no hablan de terrorismo de Estado.

Osvaldo no le quiso creer. ¿A él? ¿por qué? Si simplemente había escrito libros, una película en el que contaba una verdad prohibida. El amigo, cauto, conocedor de la familia, se da cuenta de que Osvaldo sigue en la suya y la llama a Marlies, la esposa, y le dice: “no se queden en casa esta noche, los van a ir a buscar”. Y la vieja, con su instinto, nos dice, a Ana y a mí, “armen los bolsos, salgamos ya”. “Y vos (me dice la vieja a mí), no te hagás el héroe, vamos” y me entrega sin embargo la herramienta necesaria, “por si acaso”. Dejamos todo. Al viejo no lo vimos más hasta meses después, cuando nos reencontramos en el exilio.

Esa tarde, el que llamó, el que nos salvó del secuestro y la desaparición, fue Rogelio García Lupo. Que además fue maestro de profesión, investigador empedernido, que la última vez que nos vimos, hace pocas semanas, seguía con la fuerza de siempre de seguir investigando: “necesito que me pasés información de este personaje (....y me dijo el nombre), hay que investigarlo... Ya no me dio tiempo de darle al información. Nos dejó hoy. Sin avisar. A él, hoy, de nuevo, gracias por la vida.