“No fueron uno ni cinco, hubo un método”
Por teleconferencia, el actual embajador en Colombia dijo
que “si se han encontrado más de cien niños sometidos a la sustracción de
identidad, no es casual, no es un caso aislado”. Las querellas calificaron como
“muy importante” su testimonio.
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Por Alejandra
Dandan
Martín Balza dijo casi obsesivamente, todas las veces que
pudo, que no estuvo en el país en los años más duros de la dictadura militar.
Que luego, a comienzos del ’78, llegó para dedicarse a la enseñanza. La jueza
María del Carmen Roqueta le dijo que eso ya lo había dicho y lo alentó a seguir
adelante. La declaración del ex jefe del Ejército en el juicio por el plan sistemático
de robo de bebés fue “muy importante”, política y simbólicamente, para las
querellas de los organismos de derechos humanos. Alguien de su estatura
política acababa de reconocer en medio del juicio la existencia de un plan
“sistemático” de apropiación de menores.
“Hoy
lo respondo con más convicción”, dijo el ahora embajador en Colombia. “No tengo
ninguna duda de que hubo una sistematización en este caso: si se han encontrado
más de cien niños sometidos a la sustracción de identidad, no es casual, no es
un caso aislado. No fueron dos, ni cinco ni catorce: se está hablando de más de
cien niños recuperados, de personas nacidas en cautiverio, creo que se debió no
a una única decisión, la decisión existió en el proceder.”
Balza
declaró por videoconferencia conectado a la sala de los Tribunales de Retiro. A
pedido de la fiscalía volvió a hablar de un documento reservado del Ejército
que él encontró en 1995 y disponía la incineración de archivos de la represión.
Hizo especial hincapié en el proceso por el que se dio cuenta de las
condiciones sistemáticas de la sustracción de niños, en una lógica que lo
enfrentó con las defensas. Atentos a ese punto, corazón probatorio de la causa,
los abogados apelaron a viejas declaraciones en busca de contradicciones. La abogada
Alcira Ríos se quejó ante el Tribunal por esa suerte de exigencia de escaner de
la memoria a más de veinte años de algunas de sus primeras palabras. Balza
precisó el peso de las “órdenes verbales”. Y al final, amparado en un gesto del
fiscal Martín Niklison, abandonó los cuidados personales para sumarse al
escenario de las víctimas: “He recibido muchísimas, muchísimas amenazas de las
que puedo dar cuenta”, dijo. Llamados anónimos. La expulsión del Círculo
Militar. Y en 2003 una amenaza directa nada menos que de Pascual Oscar
Guerrieri, ex jefe del Batallón 601, jefe del centro clandestino Quinta de
Funes, antiguo compañero de promoción de Balza e imputado en otro juicio:
“Hasta en el balcón de mi casa me tiraron un artefacto similar a una bomba,
pero no me sorprende: en el caso mío fueron amenazas, en otro momento no eran
solo amenazas” (ver aparte).
La quema de documentos
Balza
declaró largo para la lógica del Tribunal Oral Federal 6. Habló más de tres
horas, con momentos de tensión provocados por cruces entre defensores y
querellas. En el comienzo, Niklison lo llevó a una clave: el hallazgo del
documento reservado con una orden de Cristino Nicolaides, a pocos días de la
asunción de Raúl Alfonsín, con la consigna de quemar documentos. Balza nunca
encontró esos documentos. Pero la maquinaria burocrática del Ejército dejó
rastros suficientes de la orden porque al menos ese papel no se destruyó.
“Recuerdo
bien señor fiscal –dijo el embajador– que en un mensaje institucional del día
25 de abril de 1995 yo insistía en que aquel que tuviera algún conocimiento
relacionado con listas o documentos las hiciera llegar, que yo tomaba la
responsabilidad de entregar todo a la Justicia.” Y dijo: “Estábamos en plena vigencia
de los indultos, pero tomé conocimiento de un solo documento: una orden militar
impartida por el entonces comandante en jefe del Ejército, firmada por la
segunda autoridad, el general Calvi”.
Una
pantalla mostró el documento ampliado a la sala. La orden se daba mientras
Reynaldo Bignone repetía lo mismo desde el Ejecutivo para todas las Fuerzas
Armadas. “Eran muy amigos”, explicó Balza. “En mi opinión quien lo pone de
presidente a Bignone es Nicolaides y me parece que este tema de las listas,
como dijo Bignone en un libro, es un acuerdo entre los dos: no se desconocía la
intención clara de borrar el acervo histórico de la institución y también del
país.” O, como lo dijo antes: “Para tratar de borrar la memoria histórica”.
Quién
dijo qué y cómo fue esa orden al parecer quedó escrito en un libro del propio
Balza del que dio cuenta en la audiencia. Ahí refiere, a su vez, a un libro de
Bignone y el acuerdo con las otras Fuerzas para no presentar listas: “Lo afirmó
Bignone en su libro”, dijo Balza. “Y dijeron que no iban a dar esas listas
porque si no venían preguntas de quién los mató, dónde están.”
Robo de bebés
El
juicio no intenta probar casos aislados de robos de niños, sino la trama de
sistematicidad. En ese sentido, el testimonio de Balza fue importante para las
querellas. Citó como punto de origen un llamado del juez Adolfo Bagnasco que en
el año 2000 lo llamó como testigo en una causa. En el despacho le pidió que
leyera documentación de Inteligencia. “Leí la declaración de médicos,
enfermeras, de personas, después de todo lo que leí le dije al juez que eso
respondía a una sistematización: un plan no necesita de una orden escrita,
tiene la misma validez una orden escrita o una orden verbal.” Y consultado en
ese punto por el abogado Alan Iud, de Abuelas de Plaza de Mayo, sobre el peso
de órdenes que sin papeles parecen fantasmas imposibles de probar y argumentos
de los que se vale la defensa para decir, por estos días, que si hay órdenes
muestren los papeles, Balza homologó uno y otro tipo de mandato y dijo que, por
ejemplo, en Malvinas, las órdenes verbales tuvieron el mismo peso que las
escritas.
“De
todo lo que leí había una sistematización –insistió– y si mal no recuerdo no
había un número, pero eran varias parturientas que entraban al Hospital (de
Campo de Mayo) con una guardia: la norma es que todo lo que entra y sale tiene
que estar registrado en libros, en este caso no se anotaba ni el vehículo. Por
lo menos nunca tomé conocimiento de los registros. Tendrían que estar quienes
entraban ahí. Quién conducía: nada de eso constaba. Las parturientas eran atendidas
en un lugar como Epidemiología: y yo no soy experto en la materia, pero no era
el lugar para atender embarazadas.”
Balza
estuvo en Campo de Mayo entre enero y septiembre de 1978, a
su regreso de Perú. Enseñó artillería para una guerra “convencional”, insistió
y dijo que era porque en ese momento había quedado planteada la hipótesis de
guerra con Chile. Y la necesidad de una guerra “convencional” y “no de la
otra”, explicó. En Campo de Mayo, supo que había un “lugar de reunión de
detenidos”, el eufemismo con el que se hablaba de los centros clandestinos.
Explicó que el lugar tenía acceso restringido, que estaba en medio del predio,
pero también dijo que nunca lo vio. Los abogados de Abuelas buscaron hacerle explicar
un nuevo dato: la relación entre el Hospital Militar y el Comando de Sanidad.
Los abogados de Omar Riveros dicen que como el Hospital dependía del Comando de
Sanidad, Riveros no tuvo incidencia en ese espacio. “Balza dijo que la relación
entre el hospital y el comando existía en cuestiones médicas, pero no
operativas –dijo Iud–: con lo que dio a entender que se estaba refiriendo a lo
que planteó como irregularidades.”