“El 5 de octubre de 1973 la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Evangélica
Metodista y la Iglesia Evangélica
Luterana de Chile formaron el “Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados”, bajo
el mandato del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los
Refugiados.
La
Iglesia Católica de Santiago inmediatamente ofreció
sus instalaciones para este trabajo, de modo que varios miles de refugiados
pudieron encontrar refugio y ayuda humanitaria en estos edificios.
Como “Comité Nacional de Ayuda a los
Refugiados” fuimos de los primeros que obtuvimos acceso a los prisioneros en
los estadios de fútbol. Pronto logramos que se liberen los primeros
prisioneros: Para nosotros son los testigos más importantes sobre lo sucedido
en los días del golpe y la situación en los campos de concentración. Lo que nos
cuentan es aún muchísimo más terrible de lo que habíamos temido: Oímos
testimonios concretos sobre ejecuciones arbitrarias y se nos informa acerca del
centro de torturas del Estadio Nacional.
Una temprana mañana de octubre
observo que hay un grupo de personas mirando con mucha atención las espumosas
aguas del Mapocho: El río está arrastrando un gran número de cadáveres hacia el
centro de Santiago. Trato de contarlos: Son más de 15.
Del Hotel Sheraton salen presurosos
varios periodistas conm sus cámaras para filmar y fotografiar: En ese momento
aparece el ejército y dispersa a la gente a los gritos de “¡Nadie se quede
parado! ¡Sigan, está prohibido fotografiar!”
Lo que he visto me aterra:
Evidentemente debe haber habido una verdadera masacre, y los muertos
simplemente son tirados al río y flotan –¿quizás con fin intimidatorio?- a
través de la capital Santiago. Y a pesar de que deben existir muchos testigos personales, los medios no
informan absolutamente nada de estas atrocidades.
Pero nosotros como cristianos no podemos quedarnos con los brazos cruzados,
por eso organizamos desde el Comité de Derechos Humanos de las iglesias una
guardia fluvial: En el oeste de Santiago, donde el Mapocho sale de la ciudad,
apostamos guardias para recuperar los cadáveres que arrastra el río. Queremos
identificar y sepultar los muertos. De este modo durante las semanas
posteriores al golpe salvamos los cuerpos de muchas personas fusiladas: Muchos
de ellos tienen evidentes señales de tortura y maltrato. Entre los recuperados
se encuentran también 2 personas gravemente heridas pero con vida: Ellos son
para nosotros testigos fundamentales. Nos informan de las masacres nocturnas:
Las personas –casi siempre hombres jóvenes – simplemente son llevados a la
ribera del Mapocho y ametrallados hacia dentro de las aguas. Es un milagro, que
dos de estos hombres hayan sobrevivido la lluvia de balas. Para los hechos son
absolutamente claros: Un gobierno criminal ha tomado el poder en Chile. También
los otros pastores de nuestra iglesia hacen las mismas experiencias que yo:
Ellos tampoco se callan en sus congregaciones – Y también ellos igual que yo
mismo son difamados como comunistas y terroristas.
El 13 de noviembre de 1974 a las 9,45 hs. Pinochet
nos recibe al Obispo Ariztia –delegado del Cardenal Silva Enriquez- y a mi en
el piso 11 del edificio Diego Portales, provisoria casa de gobierno desde que la Casa de la Moneda fuera bombardeada el
11 de setiembre de 1973.
Está solo en su despacho, firme como
una vela en su uniforme de general, ambas manos con los dedos tensos apretados
sobre el escritorio. Detrás la bandera chilena: Presidente – General –
Dictador, todo en una persona. Exigiendo respeto e infundiendo terror.
“¡Señores, tomen asiento!”
Nos sentamos en un sillón de cuero
marrón; nos presentamos y presentamos nuestro trabajo.
Le entregamos una amplísima
documentación. Mientras le expresamos nuestras quejas el general repasa con
mucho interés página por página.
Cuando repetimos por enésima vez que
la DINA emplea
“presiones físicas” durante los interrogatorios de las víctimas nos interrumpe
abruptamente:
”¿Ustedes están hablando de tortura?”
”¿Ustedes están hablando de tortura?”
Lo afirmamos y desde ese momento
hablamos sin ningún reparo ni eufemismo abiertamente con Pinochet de lo que
sucede y cuál es nuestra misión: Que en Chile todos los días y sistemáticamente
la gente es torturada de modo inhumano, degradante y cruel por la policía
secreta y otros órganos estatales. Le decimos que en el Chile de Pinochet la
tortura es un método básico del aparato represivo.
“Y para fundamentar nuestras quejas
y denuncias, señor general, le presentamos estos documentos”.
Terminamos nuestra exposición, y
Pinochet sigue hojeando en nuestra documentación sobre la tortura. Va por el
capítulo que demuestra la desaparición sistemática de las personas detenidas y
secuestradas, y se topa con el nombre del sacerdote español Antonio Llidó. El
obispo Ariztía quiere agregar datos puntuales sobre el destino del desaparecido
padre Antonio cuando Pinochet lo interrumpe violentamente, apuntando con su
dedo índice a la fotografía del sacerdote desaparecido:
”¡Éste aquí, éste no es un sacerdote, éste es un terrorista!”
”¡Éste aquí, éste no es un sacerdote, éste es un terrorista!”
Y sin darnos oportunidad para
entablar una discusión Pinochet comenzó con algo así como un breve discurso
militar final:
”Señores míos, la cuestión es la siguiente: Ustedes dos son sacerdotes y trabajan en la iglesia y pueden darse el lujo de ser misericordiosos y bondadosos. Yo soy un soldado y como jefe de estado cargo sobre mi la responsabilidad por todo el pueblo chileno. Este pueblo está infectado por el bacilo del comunismo y por eso debo exterminar el comunismo. Es imprescindible torturar a los comunistas, ya que de lo contrario no “cantan”. La tortura es necesaria para erradicar al comunismo desde las raíces”.
”Señores míos, la cuestión es la siguiente: Ustedes dos son sacerdotes y trabajan en la iglesia y pueden darse el lujo de ser misericordiosos y bondadosos. Yo soy un soldado y como jefe de estado cargo sobre mi la responsabilidad por todo el pueblo chileno. Este pueblo está infectado por el bacilo del comunismo y por eso debo exterminar el comunismo. Es imprescindible torturar a los comunistas, ya que de lo contrario no “cantan”. La tortura es necesaria para erradicar al comunismo desde las raíces”.
Con estas palabras dio por terminada
la audiencia.
Nos habíamos preparado para
cualquier cosa, pero no para esta justificación abierta de la tortura.
Yo había pensado que iría a negar
vehementemente la aplicación de la tortura por parte de su gobierno o que iría
a tratar de presentarla como un exceso no querido cuyos responsables
supuestamente serían castigados por su gobierno.
En lugar de todo ello presenciamos
una justificación abierta de esta práctica tan aberrante como inhumana y
degradante”.
Traducción:
Arturo Blatezky