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Gloria Pagés
La visita del presidente francés a poco de cumplirse 40 años del golpe y el silencio sobre el rol de Francia en la formación de militares locales en atroces técnicas de tortura y aniquilamiento.
La visita del presidente francés a poco de cumplirse 40 años del golpe y el silencio sobre el rol de Francia en la formación de militares locales en atroces técnicas de tortura y aniquilamiento.
Muchas páginas se han escrito por estos días sobre la visita del
primer mandatario francés, desde las buenas relaciones con el gobierno
de Macri hasta su paseo por la Bombonera, y uno de los actos que más
impacto mediático tuvo fue su paso por el Parque de la Memoria junto a
Estela de Carlotto y otros referentes de organismos de derechos humanos,
para homenajear a las víctimas francesas de la dictadura.
"Quiero expresar aquí mi emoción y la solidaridad de Francia para la
víctimas de la dictadura y de la opresión, de la barbarie”, dijo
Hollande, y agregó: "Francia ha querido acompañar no sólo porque estaba
afectada (fueron 22 los franceses desaparecidos, víctimas de la
dictadura) sino también porque somos conscientes de que en la Argentina
se cometió un crimen en masa". Luego fueron arrojadas flores al Río de
la Plata como señal de homenaje.
Si Hollande fuese un “ciudadano” francés simplemente, podríamos hasta
conmovernos por su gesto. Sin embargo, el ciudadano Hollande, resulta
ser el jefe del estado francés, nada menos que el país imperialista que
durante la dictadura argentina, y previamente también, jugó un rol
deleznable dando cátedra a los genocidas locales sobre métodos de
tortura, vuelos de la muerte y técnicas de “aniquilamiento”.
No por nada se denomina “Escuela francesa” a la doctrina con que
militares galos dieron cátedra y lecciones a los genocidas argentinos,
basados en su aberrante accionar en Argelia. Un perverso doble juego del
imperialismo francés, que tras las banderas luminosas de Libertad,
Igualdad y Fraternidad, en la oscuridad cometía los más atroces crímenes
colonialistas en Indochina y Argelia, creando además una formación
paramilitar, la OAS (Organización del Ejército Secreto), verdadero
rostro del terror que actuó para intentar aniquilar la lucha del pueblo
argelino por su liberación e independencia entre 1954 y 1962, en la que
fueron asesinados cerca de medio millón de argelinos. Recomendamos al
lector la película La batalla de Argel, de Gilo Pontecorvo.
Fue Marie-Monique Robin, directora del documental “Escuadrones de la
muerte. La escuela francesa” y autora del libro homónimo quien puso el
foco en Reinaldo Bignone, Albano Harguindeguy y Ramón Genaro Díaz
Bessone, genocidas que habían sido entrenados por militares franceses y
que en entrevistas que realizó la autora, confesaron cómo utilizaron
esas “enseñanzas” contra la vanguardia obrera y estudiantil durante la
dictadura argentina.
Como parte del Plan Cóndor, Argentina fue la cabecera del ejército
francés en América Latina, desde donde extendió su influencia hasta
Brasil y Chile. En nuestro país una misión francesa permaneció durante
más de veinte años, desde 1959 hasta fines de 1980. También viajan a
Francia para recibir instrucción oficiales argentinos entre los que
estaba el general Alcides López Aufranc, quien luego desempeñó un activo
rol como instructor y en la coordinación de la misión, tal como él
mismo revela a Marie-Monique Robin.
En 1959 los ejércitos de Francia y la Argentina firmaron un acuerdo
para la creación de una misión militar francesa permanente, cuyos
asesores se instalaron en Buenos Aires, en la sede del Estado Mayor.
Todos eran veteranos de Argelia. A pesar de que ninguno quiso hablar
públicamente, Robin logra en su documental testimonios muy valiosos,
entre muchos, el del Coronel Bernard Cazaumayou, quien integró la misión
entre 1962 y 1965 y decía: “Viajamos a pedido del Ejército Argentino
para enseñar la guerra contrarrevolucionaria. La misión cumplió esa
tarea y ninguna otra”.
El militar argentino López Aufranc, que dirigió el Primer Curso
Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria en 1961 en el que
participan militares de 14 países, reveló que se reunieron oficiales de
todo el continente, inclusive de los Estados Unidos: “Todos los
oficiales de América del Norte y del Sur se reunieron en nuestra Escuela
Superior de Guerra”.
La autora, que brindó testimonio en la causa “Díaz Bessone”, relató
en una entrevista: “La teoría de los franceses es una concepción militar
apoyada en la experiencia de Indochina (…) ahí nace la teoría de la
guerra contrarrevolucionaria, la llaman una guerra moderna. ¿Por qué es
moderna? Porque no hay frente, es una guerra de superficie, el enemigo
está escondido en todo el terreno, no se sabe dónde está. El enemigo es
interno, no está afuera, todo el mundo se vuelve sospechoso, hay que
controlar a toda la población y hay que buscar nuevas formas militares
para luchar contra esta nueva forma de guerra. Por eso la cuadriculación
territorial, que fue tomada aquí al pie de la letra, o la división en
zonas y sub-zonas para que el ejército controle todo el territorio.
Entonces la inteligencia se vuelve muy importante, y quien dice
inteligencia dice interrogatorio, y quien dice interrogatorio dice
también tortura.
Fue Díaz Bessone, excelente alumno de la Escuela Francesa, quien le
dijo a Robin en una de las entrevistas que pueden verse en el
documental: “En cuanto a los desaparecidos, ¿qué podíamos hacer?
¿Fusilarlos? Se nos venía el mundo encima, ¿Encerrarlos? Un gobierno
constitucional los liberaría..."
Digamos finalmente, volviendo a Francia, que los militares que
idearon y llevaron adelante este siniestro plan en Argelia e Indochina y
luego lo legaron sus colegas argentinos y chilenos, nunca fueron
juzgados.
Esta es una de las caras oscuras del imperialismo francés, cuyo
representante hoy arroja flores al río en un cínico intento de que de
“eso” no se hable.