Osvaldo Bayer, Nora Cortiñas y Arturo Blatezky. |
Por Mariano Aiello
Los
nietos del ministro de la dictadura se sintieron “lesados” por el
documental Awka Liwen, donde se contaba la compra de tierras indígenas
por su ancestro. En un fallo durísimo, la Cámara rechazó censurar la
película. Su director cuenta la historia.
La Cámara Nacional Civil acaba de desestimar la fantasiosa y
temeraria acusación de los nietos de José Alfredo Martínez de Hoz contra
la película Awka Liwen, que hicimos con Osvaldo Bayer. Fueron cinco
años de juicio, miles de papeles, millones de pesos malgastados en
sueldos de camaristas, jueces, secretarios y demás empleados para tratar
inútilmente de callar la verdad. El problema para nuestros acusadores
fue que no es posible censurar la historia bien documentada, por lo que
tuvieron una derrota que va a pasar a los manuales de derecho.
Nuestra película cuenta la participación del abuelo del ministro
civil de la dictadura genocida en ese otro genocidio, el que se cometió
contra los indígenas de la Patagonia. Los nietos del cómplice se
sintieron tocados, pero las juezas María Isabel Benavente, Mabel Alicia
de los Santos y Elisa Díaz de Vivar citaron en su fallo jurisprudencia
de Raúl Zaffaroni que dice que “la mera invocación de honor de la
familia, en casos de parentesco más lejano que el de primer grado o de
hermanos, no puede ser suficiente para acreditar el daño moral del
deudo, porque de lo contrario nos hallaríamos frente a un verdadero
desplazamiento de los ámbitos naturales de discusión: el revisionismo
histórico pasaría a ser materia judiciable, con la consiguiente
limitación a la libertad de investigación histórica”.
La sentencia también expresa que “desde que los actores pretenden la
supresión y modificaciónn de ciertos fragmentos de la película realizada
por los demandados, el caso compromete el ejercicio de facultades cuyo
ejercicio tutela de manera expresa nuestra Constitución Nacional”. Por
ejemplo, se prohíbe hasta al mismo Congreso que restrinja la libertad de
prensa, por lo que “la trascendencia de la tutela de ese derecho ha
sido reiteradamente puesta de manifiesto por la Corte al señalar que
entre las libertades que la Constitución Nacional consagra, la de prensa
es una de las que poseen más entidad, al extremo de que sin su debido
resguardo existiría tan sólo una democracia desmedrada o puramente
nominal”. ¡Que triste que los nietos del ministro genocida no hayan
realizado una profunda autocrítica del actuar de su abuelo y
recontratatara abuelo, sino que sigan buscando atacar a la democracia
que tanta sangre nos costó recuperar! Porque la culpa no está en ser
nieto o recontratataranieto de un genocida, sino en continuar
defendiendo el actuar criminal de sus antepasados y tratar de ocultar la
verdad.
El fallo asimismo señala que la petición produciría “verdaderos
tribunales de censura” y que la Corte Interamericana de Derechos Humanos
expresó que “la libertad de expresión es una piedra angular en la
existencia misma de una sociedad democrática.” También reza que “escapa a
los jueces imponer una tesis histórica que tendría el valor de una
historia oficial o, aun simplemente, de marcar una preferencia tentativa
de participar de tal o cual tesis en función de una concepción
declarada de la que ellos serían protectores o de una pretendida
objetividad de la que serían detentadores”.
Con respecto a la apropiación de 2.5 millones de hectáreas por el
recontratatara abuelo de los demandantes, en el juicio de censura se
solicitó que los demandados deberían acompañar documentos que acrediten
que José Martínez de Hoz fue suscriptor de un bono bajo la ley
Avellaneda y que así haya adquirido 2.500.000 de hectáreas en la
Patagonia. Las camaristas expresaron que “los demandados se presentaron
en autos y acompañaron el material considerado para la producción de la
película.” Era nada menos que el hallazgo sobre la autoría intelectual
del genocidio más grande de la historia de nuestro país a cargo de José
Martínez de Hoz, el ejemplar del diario La Prensa del día 19 de
diciembre de 1878 en el cual se señala que “el Gobierno Nacional ha
vendido al señor Martínez de Hoz mil leguas (equivalentes a 2.5 millones
de hectáreas) de la tierra que va a conquistarse, una vez trasladada la
línea militar de fronteras, sobre las márgenes del Río Negro”. Esta es
la prueba irrefutable de la verdad histórica y, también, de la
mendacidad de los herederos Martínez de Hoz.
Sobre la verdad histórica las magistradas expresan que “en esas
condiciones, no parece razonable que sea este Tribuna quien dirima aquí y
ahora, una contienda de esa naturaleza respecto de hechos acontecidos
hace alrededor de ciento cincuenta años, porque la pretensión de los
accionantes implica el cercenamiento de derechos tutelados por nuestra
Constitución Nacional y por la Convención Americana de Derechos Humanos
con el máximo alcance que se desprende de la doctrina y jurisprudencia
citados”.
Por último, las juezas señalan que “resulta importante destacar que
la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado que la libertad
ideológica indisolublemente unida al pluralismo político, que como valor
esencial de nuestro ordenamiento jurídico propugna la Constitución,
exige la máxima amplitud en el ejercicio de aquella y, naturalmente, no
sólo en lo coincidente con la Constitución y con el resto del
ordenamiento jurídico, sino también en lo que resulta contrapuesto a los
valores y bienes que en ellos se consagran, excluida siempre la
violencia para imponer los propios criterios, pero permitiendo la libre
exposición de los mismos en los términos que impone una democracia
avanzada. De ahí la indispensable interpretación restrictiva de las
limitaciones a la libertad ideológica del derecho a expresarla, sin el
cual carecería aquella de toda efectividad” ¡Qué oportuno, justamente
cuando José Alfredo Martínez de Hoz (n) se presentó al juzgado para la
audiencia de absolución de posiciones con cinco matones armados para
hacer valer el peso de su historia familiar!
La sentencia es extensa y ejemplar, y se puede leer completa en la página http://www.martinezdehoz.eu/ en la cual hay una reproducción escaneada de las 18 páginas del escrito.
En estos tiempos de tristeza por el enorme retroceso histórico
político con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, este fallo
nos llena, a Osvaldo y a mi, de alegría y esperanza. No todo está
perdido. No es como dijo el entonces jefe de gobierno Macri que “en
historia hay siempre que mirar hacia adelante”. En estos tiempos de
mentiras institucionalizadas, debemos recordar que la lucha y el
minucioso trabajo de investigación histórica están del lado de la
verdad. Sin vueltas. La verdad, al fin, siempre gana. Y eso deberían
también tenerlo en cuenta los actuales responsables del cambio para
atrás que está sufriendo nuestra nación.