Iglesia Catedral – Viernes 8 de julio de 2016
“Lo que deban
decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que
hablarán, sino que el Espíritu de su Padre ha hablará en ustedes” (Mt. 10, 19-20)
Hermanas y hermanos:
A quince años de la
pascua de nuestro querido “Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de la
misericordia y constructor de una Patria más justa y fraterna”. Reunidos
en torno al altar donde él inició su ministerio episcopal hace cuarenta años, y
en el lugar mismo donde reposan sus restos, ha sido proclamado el Evangelio.
Seguramente estas palabras de Jesús resonaron más de una vez en su corazón de
profeta, discípulo misionero de Jesús. El Maestro anuncia a sus discípulos las
situaciones conflictivas que afrontarán, porque el mensaje del Evangelio no
siempre es bien recibido, despierta toda clase de resistencias en las personas
aferradas al mal y a sus proyectos mezquinos. Los discípulos deben reconocer
que son como ovejas en medio de lobos; deberán estar atentos para no responder
al mal con el mal; han de ser astutos como serpientes y sencillos como palomas.
El Padre Obispo, en más de una ocasión, manifestó su disposición a dar la vida
en momentos en que la vida de sus hermanos estaba amenazada de tantas maneras. La
fidelidad a Jesús, Buen Pastor, lo llevaba a identificarse con sus
sentimientos. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”.
Estamos hoy aquí,
reunidos como familia diocesana, como hijos a los que el Padre Obispo enseñó a
dar los primeros pasos como Iglesia particular de Quilmes. El clima familiar se
hace más patente al contar hoy con la presencia de los hermanos del Padre
Obispo Jorge: Teresa y Tarsicio Novak, acompañados por sus familiares. También
la presencia del segundo obispo de Quilmes nos hace cercanos a nuestro primer
pastor. Cuánto más nos alegra que uno de los sacerdotes ordenados por nuestro
primer pastor, hoy sea el obispo de La Rioja, el Padre Obispo Marcelo Colombo,
hoy nos esté acompañando en este sentido recuerdo.
Como en toda familia,
cuando nos juntamos para hacer memoria de los mayores, naturalmente brotan de
los corazones agradecidos los recuerdos, las anécdotas y palabras. Y las vamos
transmitiendo de generación en generación. Los más jóvenes preguntan; los
mayores se emocionan y mientras corre el mate, corremos a buscar una foto,
mostramos un recuerdo, releemos una carta amarilla… en fin, hacemos presente la
vida de los que nos precedieron, que está presente en sus legados, en las
instituciones que forjaron. Así lo hace la Iglesia con sus mártires, sus
misioneras, misioneros y pastores.
Por eso, desde esta misma
Cátedra que el Padre Obispo Jorge ocupó por casi veinticinco años, quiero que
sea su palabra la que llegue a nosotros en esta tarde de recordación. Su
báculo, aquí a mi lado, hará más patente su presencia espiritual.
Esta semana, en una
visita a la Universidad de Quilmes, reunido con el Rector y algunos beneméritos
profesores, la Lic. Luisa Ripa Alsina trajo a colación la magnífica disertación
del Padre Obispo Novak con ocasión de su nombramiento como Profesor Honorario
(22/03/1996)
En esa ocasión inició su
ponencia con las palabras con las que inauguró la primera cátedra de Derechos
Humanos en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (abril de 1985):
“El
19 de septiembre de 1976 fui ordenado Obispo de la recién creada diócesis de
Quilmes. No sospechaba en aquel momento que muy pronto me encontraría con un
mundo insospechado de familias afectadas visceralmente por atroces dolores
espirituales. Familias, en cierta medida, moralmente proscritas en nuestra
propia patria.
Mi
visión de la realidad humana hubo de cambiar forzosa y rápidamente. Hasta
entonces tenía mi propia opinión de los hechos, pero basada en una información
insuficiente y deteriorada. Cada grupo familiar que trasponía los umbrales de
mi oficina me comunicaba, a modo de ósmosis misteriosa, su carga de dolor y de
angustia, reclamando comprensión, solidaridad, acción consecuente.
Comprendí
entonces cabalmente, a partir de estos diálogos que llenaban las más de las
páginas de mi libro de audiencias, que la historia tiene una superficie
engañosa y una profundidad lacerante. Comprendí que sólo quien desciende
decididamente a bucear en los abismos del dolor provocado en la historia por la
injusticia y la prepotencia, para compartirlo y para regenerarlo, adquiere en
plenitud creciente su propia dimensión humana.
En
mi caso personal, valoré debidamente el axioma pastoral: El hombre es el camino primero y necesario de la Iglesia. En esta
experiencia vi claro que, sin actitudes sinceras con la situación de la familia
argentina (la desaparición de personas; la destrucción premeditada de los
centros de producción por los instrumentos de mezquinos intereses
multinacionales; el hambre y la guerra…), me haría connivente y cómplice del
mal en sus múltiples expresiones. Fue un aprendizaje duro y eficaz, con la
pedagogía sencilla de descubrir la verdad de los hechos; indagar en sus causas
profundas; y asumir sin pérdida de tiempo, sin temor al peligro, sin cansancio
a la entrega, la defensa y promoción de la dignidad de la persona y de la
familia, reclamando la plena vigencia de los derechos humanos inalienables”.
No dudo que es una página
dorada, no sólo de la historia de nuestra familia diocesana y latinoamericana, sino también de la bicentenaria Patria
argentina.
“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de
Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna”
Sus largos años
recorriendo y velando por este sur este del gran Buenos Aires, entregándose en
su servicio pastoral, al modo de los grandes Padres de la Iglesia, a quienes él
no sólo estudió sino que siempre buscó encarnar sus enseñanzas, generó en las
hermanas y hermanos un modo sincero y cariñoso de tratarlo, llamándolo Padre
Obispo. Para el pueblo fue un verdadero padre. En el marco del Año de la
Misericordia, hoy lo recordamos como “Apóstol de la Misericordia”. Como
recién escuchábamos su confesión, la historia de este pueblo que le tocó
pastorear, fue modelando ese corazón de padre y apóstol de la misericordia. El
Espíritu Santo fue “diciéndole lo que tenía que decir y hacer”. Lo fue
configurando como un buen pastor.
Sigamos escuchando sus
emotivas palabras; esta vez, en una carta pastoral escrita hace este mes 30
años atrás, en los 10 años de la creación de la diócesis, el 25 de julio de
1986.
“Quiero
compartir con ustedes mis preocupaciones por lograr, en este vasto esfuerzo
renovador, una perfecta sintonización con el Evangelio. No podemos olvidar que
Jesús se presentó en público con estas palabras programáticas: “Él me envió a
llevar la Buena Noticia a los pobres…” (Lc. 4, 18). Pablo se hace
eco, y en él brilla la tradición apostólica: “Hermanos tengan en cuenta quiénes han sido llamados; no hay entre
ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los
nobles…” (1 Cor. 1, 26)
En
agosto de 1985 recorrí aún durante la semana, varias comunidades que en junio
había sido víctimas de la terrible inundación que todos llevamos bien grabada
en la memoria. El domingo 25 de ese mes, por la tarde, pasé en dos capillas mi
última jornada intensa. Ignoraba entonces que en contados días quedaría, aunque
en forma transitoria, totalmente discapacitado.
Pasé
horas imborrables la tarde de ese día del Señor. Las recientes lluvias hacían
difícilmente transitables las “veredas” y apenas se podía dar con algún lugar
por donde cruzar las calles. Compartí con las familias que acudieron a los dos
centros de oración la Eucaristía, los alimentos, la vida. Una vida compenetrada
de angustias, en la que la Iglesia aparecía en su plena y cabal misión de
humilde servidora.
Al
llegar al pavimento me insistieron en entrar en una casa, para limpiar mis
zapatos, a los que el barro se había pegado abundantemente. Mientras circulaba
el mate, me dejaron en perfectas condiciones el calzado. Era medianoche cuando,
en Camino Belgrano, totalmente a oscuras, tomé el colectivo para ir a Quilmes a
descansar.
No
me costó mucho, mientras repasaba esa tarde y las similaes del mes de agosto,
sacar un par de conclusiones. Me decía: “Yo siento el agua y el barro y las
emanaciones malolientes de curtiembres y otras industrias de vez en cuando.
Estos hermanos sufren en forma permanente estos inconvenientes. ¿Quién se acuerda
de ellos en forma seria? ¿Quién se acerca para promover la dignidad de hijos de
Dios que palpita en el buen corazón de estos vecinos?
Si
el Señor me hubiera llamado pocos días después, dando por terminado mi
ministerio episcopal, no habría dejado de alegrarme el hecho de pasar el último
domingo, en plenitud fuerzas, con los hermanos que tanto han sufrido y siguen
sufriendo. Pero no habría sido menos cierto que por el par de zapatos
embarrados que yo presentaba tímida y filialmente al Padre Dios, Él me habría
desviado la vista a miles y miles de
pies que se cubren continuamente de polvo o de barro al salir de su casa y al
volver a ella. Son los pies del trabajador camino a la fábrica; los del niño y
adolescente rumbo a la escuela; los de las mamás que enderezan el paso a
cumplir tareas domésticas para poner sobre la mesa el pan que el marido
imposibilitado de conseguir trabajo no llega a ganar para los hijos.
¡Se
impone constantemente el examen de conciencia! No basta una bella formulación
de priorizar pastoralmente al pobre. ¡Hay que actuar con sencillez y humildad,
pero también con urgencia y valentía!:
Cobra actualidad la palabra profética: “Se te ha indicado, hombre, lo que es
bueno y qué exige de ti el Señor; nada más que practicar la justicia, amar la
fidelidad y caminar humildemente con tu Dios” (Miq. 6, 8)
Esta verdadera confesión
de nuestro primer pastor no muestra el alma de un Apóstol de la misericordia. Su
ministerio estaba tejido con obras de
misericordia, corporales y espirituales.
“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de
Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna”
Nuestra Iglesia
diocesana, que cumple sus cuarenta años, como lo decía el Padre Obispo Jorge,
nació en un momento muy crítico y doloroso de la historia del país. Este
“árbol” familiar ha echado sus raíces en una tierra que en esos años era regada
con sangre de hermanas y hermanos que soñaban una patria más justa y fraterna.
El pasado 4 de julio recordamos los cuarenta años de la masacre de los cinco
Siervos de Dios Palotinos. “Juntos
vivieron; juntos murieron”… El próximo 4 de agosto, el asesinato del obispo
de La Rioja, Mons. Enrique Angelelli. La presencia hoy del Padre Obispo Marcelo
Colombo, hace más vivo este recuerdo.
¿Qué decía el Padre
Obispo Jorge, a diez años de la muerte de Angelelli?
“Los
diez años trasnscurridos desde la inmolación de Monseñor Angelelli, han ido
llevando su trayectoria episcopal al plano de los grandes testigos del
Evangelio… La Iglesia en la Argentina ha de ver en él al fiel seguidor de
Cristo, al obispo obediente al Concilio Vaticano II y gozoso realizador del
proyecto pastoral madurado en Medellín.
Con
respecto al amor a los pobres, se expreso Mons. Angelelli en altos términos, en
su homilía radial del 1º de agosto de 1971, recomendando la colecta “Más por
menos”: “Dios no ha hecho al hombre para la miseria. Es una injusticia social.
La comunidad cristiana es responsable de los pobres. Comenzando por sus jefes,
debe tener el corazón abierto a sus sufrimientos. Los pobres son el sacramento
de Cristo; en el misterioso humanismo y en la sociología de Jesús, Él está
encarnado en cada hombre doliente, en cada hambriento, enfermo, desnudo o
encarcelado. Por eso la Iglesia honra a los pobres, los ama, los defiende, se
solidariza con su causa… El verdadero pobre experimenta desde su interior la
necesidad de Dios y de los otros hombres. El pobre verdadero es capaz de
brindar su vida a los demás en actitud de servicio y con amor verdadero, no
fingido”.
Y el Padre Obispo Jorge
sigue diciendo: “Quisiera que esta carta
pastoral sea entendida como un sencillo homenaje a la venerada y grande memoria
del Obispo Angelelli, con ocasión de los diez años de su trágica muerte, que
muchísimos, con perspicaz intuición, interpretaron como prepotente asesinato de
un estilo de autoridad ideologizado por la Seguridad Nacional… Mi sencillo
homenaje a su excelsa figura de pastor lleva explícito el propósito de una
mejor dedicación de mi persona a la evangelización de los pobres”.
“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de
Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna”
Novak soñó una Patria más
justa y fraterna; pero no sólo soñó, dio la vida por ella en su misión de
pastor, como lo hizo el obispo Angelelli. Queremos dar gracias a Dios por estos
pastores, hoy particularmente por nuestro Padre Obispo Jorge Novak. Que su
presencia en nuestro caminar nos ayude y enseñe a servir a los hermanos, con
sencillez y corazón dispuesto. Su vida entregada nos compromete a anunciar la
alegría del Evangelio y a comprometernos en la causa de los más humildes, que
hoy viven momentos de inquietud y sufren las injusticias de la inequidad.
Necesitamos sentirnos hermanos en una casa que es de todos y no de unos pocos.
Donde las políticas contemplen las necesidades de los más pobres y frágiles, y no
sigamos alentando políticas de descarte y exclusión. La fe cristiana, que
alentó a los congresales de Tucumán, nos abra a un diálogo sincero buscando el
bien común. Como en una familia, los que más pueden y tienen han de velar por
los más frágiles y sufrientes. Esos son los sentimientos de nuestro Papa
Francisco expresados en una carta enviada hoy al Pueblo Argentino, que se leerá
al finalizar, antes de cantar el Himno Nacional.
Aquellos congresales
tenían pensamientos distintos; pero pensaron en grande, buscaban el bien de
todos; dieron la vida por esa causa. Como la dieron Güemes, Belgrano y San
Martín. Por ello, a horas del Bicentenario de la Declaración de la
Independencia, con nuestro corazón latiendo junto a todo el pueblo argentino y haciendo
memoria de aquellos congresales del 9 de julio de 1816, reunidos en aquella
Casa Histórica de Tucumán, decimos: Argentina, canta y camina..
Al decir del recordado
obispo Angelelli: “Hay que seguir andando… nomás”
+
Carlos José Tissera
Obispo
de Quimes