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Por Cristian Delicia. El
“’Ángel de la muerte”, el “Tigre” Acosta y “Sérpico” Cavallo deberán pasar el
resto de sus días en la cárcel. Otros 13 represores fueron condenados a 18 y 25
años de prisión.
Pasaron 35 años de dolor e impunidad, de
ausencias y huellas en el pecho, de bronca e impotencia, para que los
familiares de los detenidos-desaparecidos torturados en la ex Escuela de
Mecánica de la Armada
(ESMA), vieran con sus ojos nublados por el llanto, una porción de justicia que
le pelearon a la historia. Pasadas las 20.15hs, Alfredo Astiz, Jorge
"Tigre" Acosta y Ricardo Cavallo fueron condenados a cadena perpetua
por los delitos de lesa humanidad cometidos en el edificio de la Av. Libertador,
junto a otros 13 represores.
Después de unos interminables dos años, los
testimonios de centenares de testigos que fueron convocados a lo largo y ancho
del mundo, la necesidad de memoria de un país que sufrió el intento del
punto final y la obediencia debida y los rostros de los
centenares de personas que esperaban la sentencia en la puerta del TOF 5, se
fundieron en el mismo río de lagrimas que lloraba Rodolfo Walsh al ver las
injusticias contra su pueblo cuatro decádas atrás. Esta vez se lloró de alegría,
memoria y justicia.
“Pensé que jamas iba a vivir este momento, este
día, un día historico, es algo que nunca vamos a olvidar las madres” le dijo a Marcha,
Taty Almeyda, una de las Madres de plaza de mayo – Linea Fundadora, mientras
entre gritos de felicidad, abrazos y crisis de llantos, se festejaba la
sentencia de los 86 crimenes que se juzgaron en esta primera etapa de la
megacausa ESMA.
Durante la lectura de las distintas condenas, Alfredo
Astiz -una de las caras más simbolicas de la dictadura-, esbozó sonrisas y
gestos varios al escuchar una a una las penas que iban desde los 18 y
25 años al confinamiento perpetuo de sus amigos sentados al banquillo. Llegado
su turno y ante el abucheo generalizado de los asistentes que poblaban el
tribunal, se tocó una escarapela argentina que llevaba en la solapa de su
traje, una mueca que no empañó el clima de algarabía generalizada por la
perpetuidad de sus años a la sombra.
“Hoy es un día de felicidad, es un día de festejo
y justicia” gritaba afonicamente uno de los miembros de H.I.J.O.S. Mientras, el
sol caia y el frío de la tarde se trenzaba en lucha contra el calor que
proponían los canticos de los movimientos sociales y de derechos humanos, éstos
observaban a traves de una pantalla gigante montada sobre un escenario, el
juicio donde se juzgaba, entre otros, los secuestros y desapariciones del
periodista y escritor Rodolfo Walsh, de la fundadora de Madres de
Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, de sus compañeras María Bianco y Esther de
Careaga, y de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon.
Este es el primer juicio oral llevado a cabo
contra los vejamenes cometidos en la
ESMA, el mayor centro clandestino de tortura que ha tenido la Argentina. Se espera
que el año que viene comience el denominado ESMA 2, en el que se juzgarán otros
casos de privación ilegitima de la libertad y desaparición forzada, y siguiendo
a este el de los “vuelos de la muerte”. Se estima que hay alrededor de 3000
represores sueltos, sin causas abiertas, ni investigaciones en curso.