Por Obispo Emérito Aldo Etchegoyen
¿Qué es un arma?...lo sabemos, un instrumento para destruir y matar. Las
fábricas de armas, hay muchas en el mundo, trabajan sin descanso, día y noche,
además son gran negocio de tal importancia que hay países adelantados y
pacíficos cuya economía está sostenida sobre esas fábricas. Los laboratorios, que las diseñan y
perfeccionan, trabajan en tres elementos básicos, armas con mayor poder, más
exactas en puntería y mayor velocidad.
En las últimas décadas aparecieron los “drones” (zánganos) aviones teledirigidos capaces de
volar largas distancias para destruir y
matar. Algunos son más eficaces que los
misiles, éstos se destruyen cuando chocan con su objetivo, los drones…regresan
y sirven para otra misión.
Un informe del Washington Post solo en Pakistán han matado
más de dos mil civiles sospechosos. En
Afganistán es más agudo el problema porque matan diez civiles por cada combatiente,
los civiles son, la mayoría de las veces, niños y mujeres como también en el
Golfo Pérsico y otros lugares. Los
drones son capaces de esperar a su víctima varias horas sobrevolando la
zona. Luego de disparar y matar pueden
seguir matando a quienes socorren a las víctimas. Pueden volar ocho veces la velocidad del sonido y llegar a su
objetivo en una hora distante más de 20.000 kmts. Esta locura ha hecho del aeromodelismo,
hermoso hobby de mi adolescencia, una herramienta de muerte.
Vivimos en una sociedad armada, el número de armas y modelos es
incalculable, no sólo están en poder de
ejércitos y policías, también delincuentes, contrabandistas, narcotraficantes,
organismos privados de seguridad, movimientos terroristas, cazadores, aún
familias con poderosos revólveres y escopetas, algunas con fusiles ametralladoras a su servicio. Las armas tienen más prensa que los cuadernos
y lápices, en muchísimas series de TV violentas son ellas las protagonistas. Pero… sin proyectiles no sirven, están
desarmadas, ellos son su combustible con
distinto calibre y poder. Si el número de ellas es incalculable, más difícil
aún calcular la cantidad de proyectiles necesarios para su funcionamiento. No
conozco estadísticas al respecto, dudo que las haya.
Hablar del comercio de armas es otro tema desafiante, no solo hay ventas
lícitas, muchas ilícitas, otras con apariencias lícitas pero que están fuera de
la ley. Una ciudad como Río Tercero en Córdoba,
fue casi destruida por una
explosión causada intencionalmente en su Fábrica Militar, para ocultar la venta
de poderoso armamento a un país hermano hecho prohibido por la lay
internacional.
Pocos días atrás se recordó en el mundo los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Hubo actos recordatorios de todo calibre, unos a
favor de la paz como camino de esperanza y vida, otros con desfiles militares. Uno de ellos impresionante ¡! Con 140 aviones de guerra de sofisticada
tecnología y poder de fuego, 200 tanques
modernísimos, uno de ellos de nombre
Armata el más poderoso del mundo, pesa 55 toneladas, su cañón de 125 milímetros puede
destruir su objetivo a más de 100 kmts.
Funcionarios involucrados en su construcción la llamaron, el arma
maravillosa. Es superior a otros
modelos como el Leopard o el Abrams,
seguramente todos ellos en poco tiempo serán superados. Sin duda alguna esta sociedad le tiene
miedo a su propio poder, miedo que se transforma en un avance armamentista
feroz, loca carrera con destino fatal.
Celebramos los programas para destrucción de armas, son una señal de
vida y esperanza.
En este mundo armado hasta los
dientes hablar y trabajar en favor de la
justicia, respeto a los derechos humanos, dignidad humana paz e
igualdad es como manejar a contramano. Sin embargo hay que seguir haciéndolo,
incansable y porfiadamente con la
absoluta seguridad que esta lucha no es en vano porque hay un arma más poderosa
aún: LA PALABRA.
Aldo M. Etchegoyen
Buenos Aires mayo 2015