Resumen Latinoamericano/Sergio Rodríguez Gelfenstein/Barómetro Internacional, 16 de marzo de 2015 -
En noviembre de 2008, el triunfo de Barack Obama en las elecciones
presidenciales de Estados Unidos echó las campanas a volar para una
serie de personalidades. Renombrados políticos y reconocidos periodistas
cantaron loas al primer negro que era designado para administrar el
gobierno de Estados Unidos. Suponían un cambio radical por el sólo hecho
de pasar de un ordinario Bush, a un renombrado académico de Harvard; de
un blanco texano, a un negro descendiente de africanos de generaciones
muy recientes; de un republicano recalcitrante, a quien suponían un
civilizado demócrata; hasta llegaron a decir que su “bella esposa
alumbraría la Casa Blanca”.
Con el transcurrir de los meses iniciales del nuevo gobierno
estadounidense, me llamó la atención que el Comandante Fidel Castro
dedicara cinco reflexiones seguidas al cambio de gobierno en Estados
Unidos y me sentí en la obligación de escribir un largo artículo que
titulé “No existe un imperio bueno”. En el mismo decía que “La lucha por
la paz y la democracia no nos puede llevar al desarme político e
ideológico frente a un imperio que pareciera estar a la defensiva como
fiera herida en su crisis, pero que no ha alterado un ápice su voluntad
guerrerista y agresiva. No podemos confiarnos en un régimen que avala y
apoya la agresión sionista a Gaza, que pretende sacar sus soldados de
Irak…sólo para mandarlos a Afganistán, que mantiene su belicosa política
contra Venezuela…”.
La historia ha demostrado una vez más que en política exterior no hay
diferencias entre demócratas y republicanos, frente a sus intereses
nacionales funcionan como un solo partido y que este presidente
demócrata ha expuesto la esencia agresiva del imperialismo, sin variar
las decisiones tomadas por su antecesor republicano, más bien
ampliándolas y profundizándolas. Sin embargo, en esta ocasión, me parece
que la decisión tomada respecto de Venezuela, más que ser expresión de
fortaleza, es una manifestación de debilidad extrema del presidente
Obama, al llegar a niveles de irracionalidad inauditos que transforman
las medidas determinadas a partir de diciembre, en revelación de que el
establishment político de Estados Unidos se encuentra en condiciones de
asumir acciones de suma peligrosidad para Venezuela y para el mundo.
Estados Unidos, en su soberbia imperial nos tiene acostumbrados a
sanciones unilaterales a particulares. Eso no significa ninguna primicia
de los últimos años, lo novedoso es el involucramiento directo del
presidente de Estados Unidos y el consenso logrado en medio de profundas
contradicciones entre el ejecutivo y el legislativo de ese país.
Trasluce que en este caso (el de Venezuela), la causa de tales acciones
agresivas tienen un carácter más de política interna que internacional y
que Venezuela ha sido la “moneda de cambio” que Obama ha entregado a la
ultra derecha republicana después de quitarle Cuba como objeto de
agresión principal (léase cuerpo de negocios que aporta recursos
millonarios para campañas electorales a fin de llevar al parlamento
millonarios que sostengan los intereses de las grandes corporaciones).
El aislamiento de Obama en Washington es tal que el Senado, dominado
por una mayoría republicana se da el lujo de invitar al primer Ministro
israelí Benjamín Netanyahu, a pesar que el inquilino de la Casa Blanca
había manifestado su molestia y su decisión de no recibir al líder
sionista. Netanyahu, no conforme con visitar Washington y acceder a la
tribuna más importante de la nación, pronunció un discurso humillante
para la figura presidencial del país anfitrión. La incapacidad de Obama
por lograr éxitos en su confrontación (no bélica) con China y Rusia y de
solventar los problemas económicos internos, más allá que el discurso
oficial intente mostrar supuestos avances en la solución de la crisis
económica, lo ha llevado a niveles muy bajos de popularidad. El
presidente estadounidense fracasó en su tentativa de hacer aprobar la
ley de inmigración que fue rechazada en el Congreso por la mayoría
republicana, lo cual le indujo a manejar la agenda cubana y las
decisiones que tomó sobre ella, sólo rodeado de sus más íntimos
colaboradores.
En ese contexto, parece suponer que Obama considera que Venezuela es
el eslabón más débil de la cadena que ha hecho avanzar los procesos de
integración regional, lo que no le permite impulsar acciones generales
para lo cual ha comenzado nuevamente a recurrir a su vieja estrategia de
“divide y vencerás”. Después de crear la Alianza del Pacífico, contando
para ello con el desprestigiado ex presidente peruano Alan García (que
por cierto amenaza con volver a la más alta magistratura de su país) y
secundado por los gobiernos de derecha de Chile , Colombia y México,
Estados Unidos ha creado una punta de lanza para desbaratar el ideal de
integración bolivariano. Más recientemente, a través del vicepresidente
Joseph Biden ha procurado, a través de la ancestral política del
“garrote y la zanahoria” atraer bajo amenaza a los países caribeños y,
en fecha más cercana ha buscado “encantar” falsamente a los países del
triángulo del norte centroamericano a fin de desarrollar “políticas
conjuntas” respecto de la migración y el narcotráfico en la subregión.
En este contexto, las amenazas a Venezuela se insertan en un momento
de extrema agresividad contra lo que el propio Biden, rememorando el
discurso estadounidense del siglo XIX, ha vuelto a llamar su”patio
trasero”, término remachado por el senador ultra derechista Marcos
Rubio en su alocución en la Cámara Alta del Congreso de su país cuando
se discutía el tema Venezuela.
En cualquier caso, Estados Unidos no ha podido conseguir el consenso
regional para lograr una base apoyo que le permita ir escalando la
agresión. Al rechazo de la Alba, Unasur, Celac, Mercosur y Petrocaribe a
las acciones unilaterales de Estados Unidos, se ha agregado que ni
siquiera su hija putativa, la OEA pudo reunir su Consejo Permanente para
aprobar una declaración en contra de Venezuela. El Secretario General
Insulza, buscando los votos de la derecha de la coalición de gobierno de
su país, utiliza el organismo regional para alimentar sus opciones
presidenciales en Chile. Otro tanto ha hecho la patética hija del
Presidente Allende y por los mismos motivos. Que una hija del presidente
mártir sea promotora de acciones desestabilizadora en un país hermano
no deja de ser una acción deleznable que la derecha internacional ha
aplaudido
efusivamente. Sin embargo, Venezuela ha contado con el
amistoso y solidario apoyo de los pueblos de la región que han
reaccionado de inmediato exigiendo a Estados Unidos sacar sus manos de
nuestro país.
Así mismo, Venezuela ha recibido el apoyo explícito del Movimiento de
Países No Alineados, del Grupo de los 77+ China, de Rusia y China y
manifestaciones de solidaridad inmensa de los pueblos de Asia, África y
Europa.
No hay argumentos posibles, solo la irracionalidad puede ser causa de
las acciones emprendidas por la administración estadounidense. El
comunicado de rechazo a tal declaración por la oposición venezolana, da
cuenta que Obama no los consideró a tal efecto y que desde ahora estarán
obligados a actuar a partir de los hechos consumados. Atrapados entre
la espada y la pared, se ha puesto en evidencia que el control de las
operaciones fueron asumidas en Washington y que solo una actitud
consumadamente rastrera les puede dar un espacio en el Olimpo del
imperio. O actúan en los marcos democráticos que señala la Constitución
Nacional o se atendrán a las consecuencias de actuar al servicio de una
potencia extranjera que amenaza a la Patria y que está señalando un
camino distinto al que imponen las normas internacionales, la
convivencia pacífica, y el respeto a la auto determinación del sistema
político y de gobierno que los pueblos se han dado.
Finalizo de la misma manera que lo hice en el artículo antes
mencionado escrito hace 6 años, “Hoy Estados Unidos ha inventado nuevos
fantasmas, todos creados por su política imperial de exclusión, agresión
y ultraje contra nuestros pueblos, (…) Obama aún tiene que demostrar si
será un negro como Colin Powell y Condoleezza Rice o como Martin Luther
King, quien tenía un sueño. Nosotros, en Nuestra América también
teníamos un sueño, sólo que se transformó en proyecto, hoy comienza a
ser realidad y no hay imperio que pueda impedirlo”.