La
presencia de Xi Jinping en Argentina apunta a consolidar las relaciones
económicas que el país viene desarrollando con China y las aspiraciones de esta
potencia por avanzar en el control de los recursos naturales en la región
latinoamericana y caribeña.
En
la visita se anunciaron inversiones por 7.000 millones de dólares en energía y
transporte ferroviario y naval, junto un acuerdo financiero de contingencia por
11.000 millones de dólares, que podrán mejorar las reservas internacionales de
ambos países, porque en teoría China apoyará a Argentina si lo necesitara,
tanto como Argentina lo hará con China si esta lo requeriría, algo improbable
por cierto.
Ocurre
algo similar cuando la Argentina suscribe Tratados Bilaterales de Inversión con
principales países capitalistas y se compromete a defender las inversiones
extranjeras en la Argentina, tanto como que el otro país defenderá las
inversiones llegadas a ese destino desde nuestro país.
Es
cierto que existen empresas argentinas con inversiones en el extranjero, pero
la corriente de flujo de inversiones es inversa, con mayor ingreso de capitales
de riesgo o de préstamo. En todo caso, las salidas de capitales de la Argentina
son por fuga, cancelaciones de intereses y capital por deudas y remesas de
utilidades al exterior, tanto como inversiones inmobiliarias o en activos
externos, no necesariamente productivos.
Resulta
más corriente el flujo de inversiones desde el exterior hacia la Argentina, que
desde nuestro país al exterior. La afirmación se ratifica también en la
relación bilateral con China.
Los
tratados bilaterales en defensa de las inversiones son la salvaguarda que exige
todo capital externo para invertir en el país y asegurarse la fuente de
valorización y rentabilidad, motor de las inversiones externas.
¿Por
qué pensar que será diferente para el caso chino? ¿Acaso existe beneficencia
con los inversores del gigante asiático?
El
Senado argentino otorgó media sanción a la ley sobre inmunidad de los fondos de
Bancos Centrales en Argentina y viceversa. La Cámara de Diputados transformará
en ley en la primera reunión posible, pues se trata de una cuestión de Estado y
en el oficialismo y la oposición sistémica existe acuerdo en atraer inversores
foráneos al país para asegurar el ciclo de valorización y acumulación.
La
aprobación de la legislación de inmunidad a fondos de bancas centrales ocurrió
a muy pocos días de la presencia del líder chino en Argentina y anunciando
cuantiosos proyectos de inversión en energía y transporte y el acuerdo de
contingencia financiera.
Producción
local o externa
En
paralelo, los trabajadores en conflicto de la ferroviaria Enfer se preguntan
por qué no producir locomotoras y vagones en la Argentina.
Del
mismo modo, los trabajadores de astilleros se interrogan por la compra de
navíos chinos en lugar de producirlos localmente.
Son
comentarios inspirados en otros tiempos de diversificada producción fabril
local, ahora transformada en sistema de armaduría.
Lo
que está en discusión es el modelo productivo y de desarrollo en Argentina y en
la región, con China en progreso como socio privilegiado de América Latina y el
Caribe en lo comercial y financiero.
Es
que China necesita para sostener su acelerado crecimiento económico con recursos
naturales inexistentes en su territorio.
La
modernización de base capitalista de China desde 1978 y su inserción en el
sistema mundial, especialmente con el ingreso la OMC, fue motivo de la gira
anterior de los gobernantes chinos por la región en 2004.
En
aquella época se fantaseo con resolver el endeudamiento argentino con un aporte
desde China por 20.000 millones de dólares que nunca se materializó.
En
estas cuatro décadas transcurridas desde el inicio de la estrategia de
expansión de relaciones capitalistas al interior de China y de su inserción
internacional muchas cosas han cambiado en la economía mundial.
Una
es el mayor peso de China en el PIB mundial, equiparando en la coyuntura a
EEUU e incluso desplazando a este país del primer lugar del podio. Sin
embargo, no debe perderse de vista que el logro se asocia a la recepción de
cuantiosas inversiones provenientes del capitalismo desarrollado. Ahora intenta
exportar capitales y sale a la conquista de territorios para sus inversiones,
exportando su modelo productivo y de desarrollo para valorizar su activo
construido en cuatro décadas.
Otra
es la crisis mundial desatada entre 2007 y 2008 que orientó a los capitales a
la búsqueda de rentabilidad fuera de los países más desarrollados que desde
entonces mantienen una política de tasas de interés con tendencia a cero. Eso
motivó la calificación de emergentes a países que se ofrecían como receptores
de inversiones con rentabilidad asegurada por bajos salarios en divisas y
enormes recursos naturales. Ahí puede encontrarse el antecedente de los BRICS y
su proyecto de avanzar en cierta institucionalización que se manifestó en el
anuncio de estos días por replicar organizaciones similares a las organizadas
hace 70 años en Bretton Woods.
El
intento es por conseguir nuevos mercados emergentes y desde los BRICS estimular
la presencia de los capitales originarios de sus países en otros nuevos países
con pretensión de emergentes. Argentina y otros vecinos asociados en UNASUR
buscan ser receptores de inversiones, subordinando su modelo productivo y de
desarrollo a la lógica del inversor.
En
rigor, solo China mantiene la dinámica de crecimiento superior al promedio
mundial, morigerado por los demás integrantes, especialmente Brasil en plena
crisis con impacto directo sobre la Argentina.
¿Quién
modela el modelo?
Argentina
modeló su proyecto económico de país hacia 1880 bajo la dependencia británica y
tuvo sus defensores entre las clases dominantes hasta el pacto Roca Runciman en
los treinta.
Desde
la década del 20, la penetración de los capitales estadounidenses fue
desplazando la hegemonía externa británica sobre la Argentina hasta
consolidarse desde entonces hasta nuestros días.
Las
privatizaciones de la última década del Siglo XX hizo visible el ingreso de
capitales europeos, principalmente españoles y algunos provenientes de países
vecinos, diversificando la presencia externa en el capitalismo local.
Entre
las principales inversiones externas en el país figuran las de EEUU, de España
(crecieron mucho en los 90´) y de China, estas última con especial expansión en
la última década.
La
inserción de la Argentina en el capitalismo mundial nació dependiente a fines
del Siglo XIX, cuando el capitalismo transitaba su expansión imperialista.
El
proyecto en curso mantiene el carácter de inserción subordinada a la inversión
externa para un modelo productivo que organizan las transnacionales de la
alimentación y la biotecnología, de la mega minería a cielo abierto, los
hidrocarburos no convencionales, y de un modelo fabril de armaduría,
condicionado por la hipoteca del cáncer del endeudamiento eterno.
El
debate necesario sigue siendo por la independencia, lo que supone definir el
modelo productivo y de desarrollo pensando en la satisfacción de las
necesidades sociales insatisfechas más que por las necesidades de acumulación
del hegemón o candidato a serlo.
Más
que emergentes interesa ser independientes y desde allí insertar a la Argentina
en la región y en el mundo, en el camino del programa de las soberanías
construidas por los pueblos de la región en el último tiempo: alimentaria,
energética o financiera.
Es
un programa que aparece postergado e influenciado por la ofensiva de las clases
dominantes que pretenden frenar el cambio político presentado en este comienzo
del Siglo XXI en Nuestramérica.
Fueron
los pueblos en luchas los que generaron la condición de posibilidad del cambio
político y son ahora los que están desafiados a profundizar el cambio desde la
lucha por la modificación de las relaciones sociales de producción.
Una
conclusión en boga en toda la región es que si no se avanza en el cambio
político y económico, se retrocede.
Mientras
en Argentina se generan condiciones para nuevos ciclos de promoción de
inversiones capitalistas, emerge nuevamente y desde el conflicto el descontento
por cesantías y despidos; la crítica al financiamiento del estado con impuesto
a las ganancias que pagan los trabajadores; y especialmente el rechazo al pago
de la deuda que condiciona una política para la satisfacción de amplias
necesidades sociales desde otro modelo productivo y de desarrollo.
Esa
movilización y organización popular en el país y en la región es la nueva
condición de posibilidad para profundizar los cambios, en la política y en el
orden económico, para otra sociedad no capitalista, recreando el horizonte por
el socialismo.
Buenos Aires, 19 de julio de 2014