12/12/2012
Nora Cortiñas presentó un hábeas corpus para que el Estado responda una
pregunta antigua, sencilla y que todavía nadie ha amagado con responderle:
“¿Qué pasó con mi hijo?”. Por qué lo hace ahora, la emoción en el juzgado y
algunas ideas sobre los archivos nunca divulgados. Monopolios, gobierno y otras
sorpresas.
“Quiero que me digan qué pasó con mi hijo
Gustavo. Recurro al hábeas corpus como lo hice desde el mismo día en que se lo
llevaron. Pero pasaron 35 años y hasta hoy no tuve respuesta. La diferencia es
que hay un gobierno que sirve a los derechos humanos, con los juicios por
ejemplo, y me parece un momento oportuno para presentarlo” dice Nora Morales de
Cortiñas en el hall de Tribunales. A los 82 años sostiene que es “mínima, vital
y móvil”. Va del brazo con Josefa “Pepa” Noia (92, también integrante de Madres
de Plaza de Mayo-Línea Fundadora), que ha firmado junto con ella el pedido que
debería obligar a las autoridades a decir dónde está una persona detenida,
aunque se sabe que lo que hizo el Estado fue secuestrar y desaparecer personas
como parte de un plan sistemático.
Por eso una de las más antiguas consignas de las
movilizaciones por derechos humanos fue: “Los desaparecidos, que digan donde
están”. En el escrito el planteo es similar: “tengo el derecho absoluto e
imprescriptible a conocer la verdad sobre la suerte y paradero de mi hijo Gustavo
y, como consecuencia, tengo derecho a que las autoridades me proporcionen la
información sobre su paradero”. La presentación coincidió con dos símbolos:
lleva fecha del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, en
el que además Nora fue nombrada Doctora Honoris Causa de la Facultad de
Ciencias Económicas.
“Nosotros no torturamos”
El hábeas corpus resulta una interpelación al
Estado, que como tal hizo desaparecer a miles de personas en tiempos de la
dictadura, sin que se sepa muchas veces qué ocurrió en cada caso. Los militares
y policías siguen guardando secreto sobre los archivos que, se estima, reúnen
esa información: “Claro, nosotros no torturamos a los militares para que
hablen. Depende de ellos. Y no hablan porque es parte de su culpabilidad y la
demostración del crimen que cometieron”.
Nora agrega: “Lo mío es una pregunta sencilla y
de madre. No tiene ninguna otra intención que saber dónde está mi hijo”.
Otro dato: “En otros gobiernos no hubiera hecho
esto porque no tenía confianza. Ahora tengo confianza en que vamos a dar un
paso importante. No es contra nadie sino a favor de que se sepa qué pasó”.
¿Existen archivos?
Ana Careaga acompañó a Nora a Tribunales. Ana fue
secuestrada de adolescente, lo que llevó a su madre, Esther Careaga, a sumarse
al grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo. Esther pudo recuperar a Ana, pero
siguió en Madres “hasta que encontremos a todos nuestros hijos”. La propia
Esther fue desaparecida en el operativo en la Iglesia de la Santa Cruz
–diciembre de 1977-, junto a Mary Bianco y Azucena Villaflor de Devincenti. Ana
militó siempre en el movimiento por los derechos humanos, y dirigió estos
últimos años el Instituto Espacio para la Memoria.
Dice sobre el tema de los archivos: “La
desaparición forzada de personas fue el corazón del plan represivo, que
perseguía generar terror en la sociedad para desarticular todo lazo solidario y
crear las condiciones para implementar un modelo económico neoliberal. Pero
esas fuerzas de seguridad en las que, como ellos mismos dicen, todos pusieron
el dedito (la huella digital), no dan información, es un pacto de silencio que
se perpetúa y es proporcional a la magnitud que tuvo la desaparición de
personas. En los juicios me impactó el alegato de los fiscales Alejandro Alagia
y Gabreila Sosti en el caso del Batallón 601 de inteligencia porque se explicó
que allí se centralizaba la información, se abría un expediente o ficha de cada
persona y todo en algún momento se microfilmó. Algo parecido pasó en la ESMA.
Por eso creo que se puede investigar. No es lo mismo que las Madres y los
actores sociales sostengan esa posibilidad, a que lo hagan los poderes actuales
del Estado”.
Adolfo Mango y Ana Careaga acompañan a Nora Cortiñas |
Justicia y monopolios
Además de Pepa Noia firmaron el hábeas corpus
Mirta Baravalle (Madre Línea Fundadora) y Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel
de la Paz). Sus abogados son Verónica Heredia y Eduardo Soares.
Dice Nora sobre el tema de los archivos
militares. “Hubo pruebas de que existen, y algunos se pudieron conocer. El tema
es que se necesita una decisión política de que se presenten y se abran”. Esa
decisión es del Poder Ejecutivo, que comanda las Fuerzas Armadas a través de la
Presidente de la Nación. “Creo que si este pedido llega a la Presidente
podremos saber dónde está Gustavo. Los juicios están caminando, pero no se
aclara la situación y lo que ocurrió con los desaparecidos”.
En el hall de Comodoro Py el único medio presente
fue lavaca, hasta que se acercó un movilero de TN. ¿Qué
declaró Nora a dicho canal? “Le dije que queremos una justicia equitativa,
aunque parezca una obviedad, y ética, le dije también que queremos que la Ley
de Medios se instale definitivamente para que haya libertad y que no queremos
que haya monopolios de ningún orden, ni de Clarín ni de los otros”.
El DNI y la lágrima
Por el sorteo judicial, hubo que ir desde
Comodoro Py hasta el palacio de Tribunales en la calle Talcahuano. Por esas
carambolas del destino, Nora presentó el hábeas corpus en el Juzgado de
Instrucción n° 12 acompañada por el periodista de lavaca, ante
el juez Ricardo Warley y la secretaria Miriam Halata.
El trato fue muy correcto, pero para Nora fue más
que eso. “Nos trataron excelentemente. Estoy feliz” decía, en lo que quizás sea
un reflejo de lo que era presentar hábeas corpus en tiempos de la dictadura.
“Esos ni te dirigían la palabra, te hacían hacer cola, te maltrataban. Aquí nos
podemos sentar y explicar” decía Nora, mientras la doctora Halata contestaba:
“Es lo que corresponde”.
Le consultó por qué estaba presentando el hábeas
corpus. “Es que sigo sin saber qué le pasó a mi hijo. Y yo quisiera que él, de
algún modo…” La emoción hizo callar a Nora, que me miró con los ojos inundados
haciendo un gesto con su mano, tipo “no puedo”. Hubo unos segundos de silencio.
Nora se repuso: “Quisiera que él sepa que siempre lo buscamos”.
Luego Verónica Heredia daría esta explicación a tanta
emoción: “Nunca vi llorar a Nora, pero creo que ella siempre puso delante lo
colectivo, y ahora está con algo que es específico de Gustavo”. Cuando la
secretaria Halata estaba sacando unas fotocopias Nora me dijo: “Nunca pensé que
me iba a pasar esto en un juzgado. Yo ni siquiera sabía si nos iban a recibir.
Mirá cómo son las cosas”. Hay cosas que no se piensan. Se sienten.
La doctora Halata quedó asombrada por el DNI de
Nora: 0.019.538. Nora sonrió: “¿Viste? Fui de las primeras en la cola para
sacarlo”.
Lo que contó Víctor Heredia
Acompañó también a Nora Adolfo Mango, del equipo
de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz (donde desaparecieron tres
Madres y dos monjas francesas tras un trabajo de infiltración realizado por
Alfredo Astiz).
Adolfo: “Yo hubiera hecho lo mismo que Nora. No
dejaría de buscar hasta el último momento de mi vida. La justicia se está
abriendo a escuchar la inquietud del pueblo. Hubo gente que no estaba enterada,
o no se animaba, y que con los años empieza a contar. El otro día vino a Santa
Cruz Víctor Heredia y contó que después de tantos años apareció un testigo que
vio dónde había estado secuestrada su hermana, y por eso también él iba a
presentar un hábeas corpus”.
Lo que se traga la tierra
Ana Careaga: “La presentación que hizo Nora es algo
que está madurando desde hace tiempo. Estuvo muy con movida y emocionada. Ella
me decía que durante años se presentaron muchos hábeas corpus que caían como en
un agujero negro, en medio de esa incertidumbre, como si se los hubiera tragado
la tierra. Y lo quiso hacer ahora porque esta temática tiene otro lugar, otro
espacio, y entonces apela a la sensibilidad oficial que hay sobre ese tema para
volver a pedir una respuesta sobre el paradero de su hijo. Es un puente con su
propia historia”.
En una de las esperas en los oscuros pasillos del
palacio de Tribunales, Nora repasaba algunos no y algunos sí que luego
plantearía al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Ciencias
Económicas de la UBA: “No a la Ley Antiterrorista. No a Clarín ni a ningúntipo
de monopolio. No a la megaminería a cielo abierto. No al glifosato, no a
Monsanto. No a la discriminación a los pueblos indígenas. No al pago de la
deuda externa inmoral, impagable y odiosa. Sí a la Justicia. Sí a la verdad. sí
a la memoria.Sí al apoyo a los juicios hasta que se condene al último genocida.
Sí a la recuperación de la identidad para todos los jóvenes que fueron niños
apropiadospor el terrorismo de Estado. Sí a la reivindicación de la lucha de
nuestras hijas, hijos, y del pueblo”.
Gustavo Cortiñas estaba casado, tenía un hijo
pequeño. Militó en Juventud Peronista en la Villa 31 junto al padre Carlos
Mugica. Cuando el sacerdote fue asesinado por la Triple A (1974), Gustavo pasó
a trabajar socialmente en villas de Morón. Tenía 24 años cuando desapareció, el
15 de abril de 1977 a
las 8.45, en la estación Castelar del Ferrocarril Sarmiento. Iba a su empleo en
el INDEC, al que nunca llegó.