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"La policía infantil se postula como una prolongación ingenua y natural
de los juegos infantiles. Se sabe, una de las recreaciones favoritas de
los niños consiste jugar a los policías y ladrones".
Por Esteban Rodríguez Alzueta*
El Jefe de Policía de Catamarca, Crio. Gral. Julio César Gutiérrez,
acaba de crear la Policía Infantil (Resolución N°343), un cuerpo
destinado a niños y niñas de entre 6 a 14 años. Se trata de una
actividad extraescolar que competirá con los católicos boys scouts, o
las ligas menores y seculares del Club Leones y las Interact del Rotary
Club. La iniciativa fue publicada en el Facebook de la policía
provincial y más de 400 padres ya anotaron a sus hijos. La actividad es
gratuita aunque los padres deben comprar el uniforme a los niños. Su
objetivo principal es “elevar el espíritu patriótico y cultural,
apoyando la educación escolar y familiar a través de múltiples
actividades que contemplan todos los derechos del niño y promueven su
acercamiento comunitario, inculcándole valores y el respeto de las
normas sociales para una armónica convivencia en sociedad". Más aún: las
prácticas "estarán relacionadas con acciones de carácter preventivo,
tales como charlas, talleres sobre protección y conservación del medio
ambiente, primeros auxilios, derechos y deberes del niño, drogadicción,
alcoholismo, seguridad vial, etc." "Y participación de actividades
sociales dentro y fuera de la institución policial, visitas guiadas a
instituciones de servicio social, entre otras actividades de carácter
deportivo, artístico y recreativo".
No se trata de una experiencia nueva. Años atrás en las provincias de
Chubut, Misiones, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza,
Neuquén, Salta, San Juan, Santa Fe y Tierra del Fuego se habían aprobado
actividades similares, algunas de las cuales debieron disolverse a raíz
de las polémicas que generó en la opinión pública.
Los casos de Chubut y Misiones fueron los más escandalosos. En
algunas imágenes que los propios promotores compartieron por las redes
sociales se podía ver cómo los instructores policiales de la provincia
de Chubut hacían desfilar a más de cuarenta niños entre nueve y catorce
años de edad. Incluso se pudieron ver imágenes de actos cívicos donde
los niños estaban disfrazados de policías, con posturas marciales,
haciendo la venia, vistiendo no sólo ropa de policía, sino usando
chalecos antibalas y portando pistolas de juguetes. La “escuela infantil
de policía” que funcionaba en el Casino de Suboficiales de la fuerza de
la ciudad de Esquél fue un proyecto impulsado por el capellán de la
policía, Adrián Mari, que entendía que se trataba de una práctica sana,
que llevaba a los niños a identificarse con la moral y las buenas
costumbres. Se trataba de adoctrinarlos “para que saquen al policía que
tienen adentro”, explicaba entusiasta el capellán.
En la provincia de Misiones es donde la experiencia alcanzó mayor
desarrollo, llegando a contar con 27 cuerpos infantiles. Esta
experiencia fue creada por el comisario retirado Ricardo Esteban Zarza
y, según sus dichos, se buscaba que los niños abracen “una vocación de
servicio y solidaridad para proyectarse como buenos ciudadanos.”
En efecto, en vez de fichar a los hijos en un club para practicar
fútbol, básquet, patines o jockey, o ir a catecismo o una murga, los
padres pueden alistarlos a la policía infantil donde el juego y el
ejercicio físico se confunden con la disciplina y la bajada de línea.
Por supuesto que los chicos no van solos, detrás de estas experiencias
están los padres organizando kermeses para comprar los trajes de
policías y, sobre todo, está el imaginario autoritario con el que se
identifican. Si se trata de mantener a los chicos alejados de las malas
yuntas y la vida anónima de la calle, más vale agarrarlos desde
chiquitos y vincularlos a otras experiencias morales. En ese sentido,
las escuelas de policía infantil se postulan como una buena opción en
las sociedades amenazadas por el “crimen y la droga”. Al mismo tiempo se
refuerza una vieja idea que propone pensar a las policías más allá de
la sociedad civil, como una gran familia y una vocación. Un paradigma
que niega el estatus de ciudadano y trabajador al policía. Un policía,
se tiene dicho, es un servidor público dispuesto a cuidarle la espalda
al funcionario de turno del resto de la sociedad.
La policía infantil se postula como una prolongación ingenua y
natural de los juegos infantiles. Se sabe, una de las recreaciones
favoritas de los niños consiste jugar a los policías y ladrones. De
chiquitos aprenden a asociar a los policías con los buenos y a los
ladrones con los malos. Un mundo maniqueo que va preparando el terreno
subjetivo para otros experimentos morales mayores. Ya lo dijo Jean
Jacques Rousseau: la corrupción empieza demasiado temprano por eso
recomendaba practicar la deserción escolar. Como cantaba Luca Prodan:
“No vayas a la escuela porque San Martín te espera”.
*Docente e investigador de la UNQ y la UNLP. Autor de
Temor y Control. Miembro de la Campaña Nacional Contra la Violencia
Institucional y del CIAJ.