Con una
actividad llevada a cabo en la Iglesia Santa Cruz, la Liga Argentina por los
Derechos del Hombre, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, la
Comisión de Trabajadores de Ford de los 70, y la Comisión por la Memoria de
Campo de Mayo iniciaron esta campaña cuyo objetivo es difundir el papel que
jugaron las grandes empresas y grupos económicos durante el terrorismo de
Estado. El último paso será la realización de un tribunal ético, para que sea
el pueblo argentino el que juzgue el rol genocida de la automotriz Ford. Por
Red Eco Alternativo
(Cecilia
Litvin – Red Eco) Argentina – “Hace
tres años que venimos batallando con instalar el debate público sobre el rol de
las empresas y los grandes grupos económicos durante el terrorismo de Estado,
con toda la dificultad que esto supone, porque estamos hablando de empresas
multinacionales que dirigen nuestros porvenires, que explotan trabajadores. Es
discutirles el poder y su rol durante el terrorismo de Estado, qué es lo que
han hecho y cómo han participado de la transformación que significó el
genocidio en nuestro país, y del disciplinamiento social que esto supuso en los
años posteriores. La construcción de un consenso para avanzar en el juzgamiento
real de las empresas y empresarios que han participado lleva mucho tiempo”,
afirmó Nuria Giniger, integrante de la Liga Argentina por los Derechos del
Hombre, en el marco de la presentación de la campaña Ford Genocida.
La primera
actividad fue la realización de este panel en la Iglesia Santa Cruz que contó
además con la participación de Bruno Nápoli y Walter Bosisio de la Oficina de
Derechos Humanos de la Comisión Nacional de Valores; Arturo Blatesky,
coordinador Nacional del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos; y
trabajadores y delegados de Ford de los ’70.
Durante su
intervención Arturo Blatesky del MEDH hizo una revisión histórica acerca de
quién fue Henry Ford, su apoyo directo al nacionalsocialismo en Alemania y su
influencia en Adolf Hitler: “Siempre supimos que Henry Ford era racista,
antisemita, nacionalsocialista en Estados Unidos. Siempre pensamos que él había
tomado todo esto de Hitler pero la cosa fue exactamente al revés. Ford fue
antisemita y apoyó el crecimiento del movimiento nacional socialista en
Alemania mucho antes de 1933”.
Blatesky además
hizo especial referencia al libro “El judío internacional. El peligro eterno
para el mundo”, que recopila artículos escritos por Ford desde 1918. Su
publicación se dio en 1936, el mismo año en que se crea la Fundación Ford.
Dejando en claro que Ford no se hizo genocida en 1976, también recordó que la
automotriz mantuvo en funcionamiento sus fábricas en Alemania durante la
Segunda Guerra Mundial, explotando mano de obra esclava que provenía de los campos
de exterminio nazis.
Del panel
participaron el historiador Bruno Nápoli y el sociólogo Walter Bosisio, que
junto a la antropóloga María Celeste Perosino, conforman la Oficina de Derechos
Humanos de la Comisión Nacional de Valores. Este equipo interdisciplinario se
creó a partir de la llegada a la Comisión de pedidos de información desde
distintos juzgados sobre el accionar de este organismo estatal durante la
dictadura, en base a casos como Papel Prensa, el Banco de Hurlingham, entre
otros.
La oficina comenzó
a hacer un relevamiento de los archivos de la CNV, que hasta ese momento nadie
había podido investigar. “Hasta mediados de los ’70, el modelo económico
argentino estaba basado en la producción industrial. Después de la sanción de
la ley de entidades financieras en 1977 se va a ver un viraje hacia un
capitalismo de distinto cuño, donde lo que se pone en juego es la valorización
financiera – relató Bosisio –. Empezamos a encontrar vinculaciones muy
profundas en relación a cómo se articuló el capital, la lógica empresaria
dentro del sistema financiero, y cómo se fueron dando ciertas dinámicas de
intervención activa de la propia competencia entre capitalistas dentro del
sistema económico. Esto es, empresarios que luchan contra empresarios y que
hicieron uso en esa lucha de las herramientas del terrorismo estatal para
dirimir sus conflictos. Esa situación se dio luego de haber exterminado el
principal agente enemigo para esta dictadura, que fueron los trabajadores,
estudiantes, jóvenes, lo que para la lógica de la dictadura fue la subversión.
Nuestro campo de análisis remite a ver cómo luego de ese ataque contra la
llamada subversión política, se constituyó el discurso de la subversión
económica, complementaria de la primera”.
Su compañero,
Bruno Nápoli, señaló que el año 1979 fue bisagra: “es cuando la dictadura dice
que se acabó la guerra contra la subversión, porque ya mataron a todos,
entonces qué hacen, van contra los que tienen plata. Esa es la decisión
política, y van contra 143 banqueros y financistas secuestrados, a los que
torturan, les roban todo o siguen desaparecidos. Ese año la CNV envía cuatro
peritos a Campo de Mayo a cumplir su horario de oficina, con peritos del Banco
Central y seguramente también del Banco Nación, y lo que hacen es decirles a
los torturadores sobre qué preguntarle a los torturados. Eso lo hicieron
funcionarios del Estado nacional, pagados por todos nosotros”.
Los integrantes
de la oficina de DDHH de la CNV enfatizaron en la importancia de la apertura de
los archivos de la dictadura en general y específicamente de los bancos Central
y Nación: “La mayoría de los archivos del Estado fueron eliminados
intencionalmente. En algunos lugares algo queda, entonces la tarea es seguir
buscando. Por eso es necesario intervenir cuanto antes en otros archivos que
permanecen cerrados. Hay mucho guardado, por ejemplo, en el Banco Central, que
es el actor clave que reguló también todo el tema de la expropiación,
condensación y socialización de la deuda contraída por privados como deuda
externa para todos los ciudadanos argentinos. El gran paquete de herencia que
condicionó la política y economía de la democracia”, manifestó Bosisio.
Sobre el mismo
tema, Nápoli agregó: “Los archivos de la CNV nos permiten mirar cómo el Estado
accionó y puso a disposición todos los recursos no solamente para asesinar,
sino para robar ya no los bienes de los detenidos desaparecidos opositores
políticos, sino los bienes de sus propios socios de la dictadura. Hay que
insistir con la apertura de los archivos de las empresas privadas, que tienen
todo el historial”.
En relación al
rol de la Comisión Nacional de Valores durante la última dictadura, Nápoli fue
contundente: “era una estructura cívico militar dentro del Estado porque en su
directorio había civiles y militares que se llevaban bárbaro. El caso de Ford
demuestra que eran asesinos, pero cuando los ves accionar como funcionarios de
la CNV te das cuenta que además eran chorros, y encima entre ellos”.
En este sentido,
Giniger remarcó que hubo muchas otras empresas que participaron no solo para
liquidar y concentrar mayor capital, sino también para desarticular toda la
resistencia fundamentalmente gremial que se había desplegado entre 1969 y 1975
en el país: “La lucha organizada de los trabajadores en las fábricas en ese
período no solo tuvo un sesgo estrictamente gremial en términos salariales sino
que además intentó poner en jaque el poder dentro mismo de la fábrica o por lo
menos cuestionar la organización del proceso de trabajo tal como lo planteaban
los empresarios tanto en términos de las condiciones de trabajo como de la
salud laboral. Era una discusión con una perspectiva político gremial o
política en el sentido de proyecto de sociedad que tenía un alcance muy
significativo”.
Según datos que
brindó Giniger, la productividad laboral aumentó entre 1976 y 1983 50%,
mientras que la cantidad de horas trabajadas se incrementó en 10%. El salario
real disminuyó por lo menos en 9%, y el industrial en particular cayó 40%.
“Estos son los elementos que llevaron a todas estas empresas a aterrorizar a la
sociedad argentina, a torturar a sus trabajadores, a desaparecerlos. Sobran
elementos en Argentina y en el mundo para lanzar esta campaña”, aseveró la
integrante de la LADH.
A la presentación
asistieron trabajadores y delegados actuales de distintas empresas, además de
referentes de la lucha laboral en la Ford durante los ‘70. Pedro Troiani relató
cómo fueron organizándose en la automotriz desde comienzos de los años ’60
cuando prácticamente no existía el sindicalismo dentro de la fábrica. “En 1975
se luchó por el convenio y conseguimos el mejor del país”, afirmó y agregó: “No
solamente las empresas colaboraron con el golpe, acá hubo sindicatos fuertes
como SMATA, Luz y Fuerza que también estuvieron de acuerdo”.
Carlos, otro
trabajador de Ford de los 70, agradeció a la Liga y otros organismos de
Derechos Humanos por la campaña, recordó a sus compañeros desaparecidos y
repitió palabras de un hombre de derecho internacional que dijo que “los jueces
creen que pueden implantar derecho, pero son administradores de justicia, el
único derecho lo tiene el pueblo”. Al respecto, Nuria Giniger afirmó que la
realización de este panel y la impresión de calcomanías con la leyenda “Ford
Genocida” son las formas de comenzar a trabajar en la construcción de un
escenario donde efectivamente estas empresas puedan ser juzgadas: “Tenemos un
obstáculo muy serio que tiene que ver con la posibilidad real de juzgar a estas
empresas. e estas empresas puedan ser juzgadas: “Tenemos un obstáculo muy serio
que tiene que ver con la posibilidad real de juzgar a estas empresas. El Código
Penal argentino no permite juzgar empresas, sino personas. Mientras vamos
construyendo los consensos para transformar estos límites que el poder judicial
argentino nos impone, la propuesta de esta campaña es terminar en un tribunal
ético que es la forma que encontramos los pueblos de resolver aquello que los
poderes judiciales de nuestros países no pueden resolver, que es que el pueblo
argentino juzgue a Ford como genocida”.