El primero fue en el 2009 para realizar en
conjunto con los compañeros de La Comuna un seminario sobre la Operación Cóndor
en el edificio del Congreso de la Nación (por cierto, el edificio fue donado
por Taiwán y así lo recuerda una placa en la entrada, algo bastante simbólico
de la situación colonial del país guaraní). Por entonces gobernaba Lugo pero el
Poder Judicial Stronerista seguía intacto y ya los Seis Campesinos apresados
por la Argentina con engaños (el embajador los invitó a gozar del país de los
derechos humanos para luego apresarlos en la oficina donde tramitaban el asilo
político) para entregarlos en bandeja para la ejecución judicial que ha cargado
una condena de treinta y cinco años sobre los hermanos campesinos. Hemos
tratado de visitarlos en cada ocasión que tuvimos. Seguimos aprendiendo de
ellos y del conjunto del movimiento campesino, popular y de las fuerzas
políticas de izquierda con las que hemos ido tejiendo relaciones fraternales.[1]
El segundo viaje fue en abril del 2013 para
participar en la frustrada Audiencia preliminar (una especie de juicio corto
que en un par de días sella el destino de los acusados) de los Campesinos de
Curuguaty, emboscados, torturados, asesinados y apresados en una maniobra
policial/judicial que tenía en la mira la ejecución congresal del presidente
Lugo en un Juicio Político donde la acusación se permitió afirmar que “dado que
los acontecimientos eran de publico conocimiento, no hacían falta
demostrarlos”. Si así liquidaron un presidente constitucional, la increíble
sucesión de aberraciones jurídicas que rodean al caso Curuguaty no llaman la
atención. Allí le dimos a Rubén Villalba y sus compañeros de lucha un primer
abrazo: fue en la propia sala de audiencias frente a soldados con armas largas
que custodiaban campesinos, mujeres y bebés. En la lectura de la “prueba” se
mencionaron rollos de papel higiénico, tapitas de gaseosas y otros elementos
tan peligrosos como esos.
El tercer viaje fue en noviembre pasado para
participar en una Misión Internacional de Observación de los Derechos Humanos
en Paraguay. En 48hs recorrimos 1200 kms. por los territorios ocupados
militarmente, que “casualmente” son los de mayor desarrollo de los cultivos de
soja transgénica (Paraguay es el cuarto mayor país exportador sojero del
mundo), de producción ganadera (sexto mayor país exportador de carne vacuna del
mundo) y de marihuana (solo México produce más que Paraguay), todos cultivos
que no requieren de grandes cantidades de labores agrícolas y por eso impulsan
de manera sistemática el proceso de extinción del campesinado paraguayo y el
asesinato o la ejecución judicial de los dirigentes campesinos que pretenden
frenar el proceso “modernizador”. Cálculos diversos ponen en más de ciento
cincuenta lideres campesinos los asesinados desde el final de la Dictadura de
Stroessner en 1989. En los últimos años la secuencia represiva pasó de las
incriminaciones masivas pero que no generaban condenas judiciales al asesinato
calificado y la persecución puntual sobre los dirigentes como los que se
conocen como los del Caso Cecilia o los del Caso Curuguaty.[2] En esa vasta zona del Chaco Paraguayo que
se extiende desde la frontera con Brasil al este y la frontera boliviana al
norte se concentran las mayores acciones de resistencia campesina y de
represión estatal. Una vasta zona fue militarizada por Cartes y por allí andan
los asesores yankees que se alojan en las bases militares que se van instalando
en el Paraguay. Allí también opera el Ejercito del Pueblo Paraguayo, un grupo
de lucha armada que por ahora no cuenta con demasiados vínculos con el
movimiento campesino y popular de resistencia y que sirve de excusa para
criminalizar a todas y todos los que de un modo u otro resisten el plan Cartes.
En esa zona están las tierras de Marina Kue, cedidas a la Marina Paraguaya en
su momento, usurpadas por un “prócer” del Partido Colorado (base de la
dictadura Stronerista y ahora del gobierno de Cartes) que intentaban ser
visualizadas como publicas por los campesinos cuando fueron masacrados por el
Operativo de junio de 2012, que terminaría llevándose puesto a Lugo.[3]
En este cuarto viaje compartimos los preparativos
y realización de la tercera Huelga General en la Historia del Paraguay (las
otras dos son de 1958 y 1994), participamos en el Festival de Apertura, en los
actos de Inicio (a las 0 hs del día miércoles 26 de marzo), en el piquete del
Frente Guazú que cortó un importante acceso de Asunción desde las cinco a las
ocho de la mañana, compartimos con los abogados de Codehupy la guardia contra
probables arrestos y luego los actos de cierre en pleno centro de Asunción.
Volvimos a entrar a Tacumbú para solidarizarnos con la huelga de hambre de los
compañeros de Curuguaty y conversar largamente con los Seis Campesinos de la
causa Cecilia. Fueron cuatro días muy intensos durante los cuales pude
conversar con decenas de dirigentes sociales, políticos y hasta con ex miembros
del anterior gobierno que mucho aportaron a entender la realidad paraguaya y
comprometerme aún más con sus justas causas.[4]
Intentaré sistematizar mis aprendizajes en cuatro
breves notas que pretenden inducir a la investigación y el conocimiento para
incrementar la imprescindible solidaridad
uno. En Paraguay no hay Justicia. No hay
Estado de Derecho ni siquiera la ficción burguesa que reina en casi toda
América Latina.
Paraguay pagó muy caro sus intentos de desarrollo
autónomo entre 1816/1875 (inicio del gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de
Francia y finales del Genocidio perpetrado por la Triple Alianza brasilera,
argentina y uruguaya). Devastada por la guerra fue luego saqueada por los
gobiernos impuestos que primero vendieron la tierra pública a los pocos que
podían comprarla gestando una matriz de propiedad de la tierra que todavía se
mantiene: el 4,1% de las propiedades concentran el 88,12% de la superficie
agrícola mientras el restante 95,9% de las fincas (menores a 100has) solo posee
el 11, 88% del territorio (Censo Agropecuario Nacional 2008). La Comisión
Nacional de la Verdad determinó que la inmensa mayoría de las tierras privadas
son “mal habidas” puesto que fueron obtenidas con el concurso de la Dictadura
Stronerista principalmente. La impunidad en Paraguay es básicamente la
estructura de la propiedad agraria.
En los años 30 fue llevada a guerrear con Bolivia
de la mano de las petroleras que disputaban el Chaco Paraguayo. Ganó la guerra
pero perdió el futuro. Los dictadores Morinigo entre 1940 y 1948 y Stroessner
por treinta y cinco años sellaron la dominación y dejaron a Paraguay fuera de
la tradición del liberalismo burgués que formateó las republicas de la región.
La frase “lo que es de conocimiento publico no necesita probarse” inscripta en
la acusación contra Lugo resume la tradición stronerista que preside el Poder
Judicial: ninguna de las llamadas garantías procesales funciona en Paraguay y
basta examinar el caso de los Seis Campesinos (condenados por la simple
delación de un supuesto infiltrado en el partido Patria Libre que hasta tuvo
que retractarse varias veces porque se confundía con las fechas y decía haber
escuchado preparativos para un secuestro meses después que se había realizado)
o el de Marina Kue en el que los asesinados y torturados son los campesinos
pero los fiscales, militares y oficiales de inteligencia que prepararon la
masacre son los que acusan y condenan, para hacerse una idea de lo que hablamos.
Constitución hay, simplemente que nadie le hace ningún caso.
En los últimos meses se utiliza las siguientes
figuras del Código Penal para perseguir a los campesinos: art. 142 “invasión de
inmueble ajeno”, art. 216 “intervenciones peligrosas en el transito terrestre”
a los que se suman los que reprimen “perturbación de la paz publica” “amenaza
de hechos punibles” “resistencia a la autoridad” “coacción agravada” y
principalmente el de “asociación criminal” que por el monto de la pena prevista
es el que más limitaciones pone al accionar de las y los defensores de los
derechos humanos.
dos. En Paraguay los campesinos siguen
siendo el sujeto social principal de la historia. Y hoy están amenazados de
extinción.
Liquidados los intentos industrializadores de
Gaspar Francia, durante casi todo el siglo XX Paraguay fue ahogado por el
latifundio y las dictaduras. El 55% de la población no tiene para comprar una
canasta básica de alimentos y más del 30% de la población está por debajo de la
línea de la pobreza según la Cepal/2012. Y casi todos ellos son campesinos o de
origen campesino.
Permítanme citar extensamente a un pensador
inglés extraordinario: John Berger quien en el epilogo de Porca Tierra explica
(y yo comparto) las razones de un proceso histórico universal propio del
desarrollo de la civilización capitalista: “La agricultura no
requiere necesariamente la existencia de campesinos. El campesino británico fue
aniquilado (salvo en ciertas zonas de Irlanda y Escocia) hace más de un siglo.
En Estados Unidos no ha habido campesinos en la historia moderna porque el
índice de desarrollo económico basado en el intercambio monetario fue demasiado
rápido y demasiado total. En Francia, en la actualidad cada año abandonan el
campo unos 150.000 campesinos. Los planificadores económicos de la CEE prevén
la eliminación sistemática del campesinado para el final del siglo, si no
antes. Por razones de orden político a corto plazo no utilizan la palabra
eliminación, sino el término modernización. La modernización entraña la desaparición
de los pequeños campesinos (la mayoría) y la transformación de la minoría
restante en unos seres totalmente diferentes desde el punto de vista social y
económico. El desembolso de capital con vistas a una mecanización y
fertilización intensiva, el tamaño necesario de la granja que ha de producir
exclusivamente para el mercado, la especialización en diferentes productos de
las zonas agrícolas, todo ello significa que la familia campesina deja de ser
una unidad productiva y que, en su lugar, el campesino pasa a depender de los
intereses que le financian y le compran la producción. La presión económica,
imprescindible para el desarrollo de este plan, la proporciona la caída del
valor en el mercado de los productos agrícolas. En Francia hoy, el poder
adquisitivo del precio de un saco de trigo es tres veces menor que hace
cincuenta años. La persuasión ideológica la proporcionan todas las promesas de
la sociedad de consumo. Un campesino intacto era la única clase social con una
resistencia interna hacia el consumismo. Desintegrando las sociedades
campesinas se amplía el mercado. En gran parte del Tercer Mundo,
los sistemas de tenencia de la tierra (en muchas zonas de América Latina un uno
por cien de los propietarios posee el sesenta por ciento de la tierra
cultivable y el cien por cien de la más productiva), la imposición de
monocultivos para el beneficio de las empresas capitalistas, la marginalización
de las granjas de subsistencia y, sólo y únicamente debido a ello, el ascenso
de la población, hacen que cada vez más y más campesinos se vean reducidos a un
estado de pobreza tal que, sin tierra, sin semillas, sin esperanza, pierden
toda su identidad social previa. Muchos de estos ex campesinos se aventuran en
las ciudades, en donde forman una masa compuesta por millones de personas; una
masa, como no la había habido nunca antes, de vagabundos estáticos; una masa de
sirvientes desempleados. Sirvientes en el sentido de que esperan en los
suburbios, arrancados de su pasado, excluidos de los beneficios del progreso,
abandonados por la tradición sin nadie a quien servir. Engels y la mayoría de
los marxistas del siglo XX predijeron la desaparición del campesinado frente a
la mayor rentabilidad de la agricultura capitalista. El modo de producción
capitalista aboliría la producción del pequeño campesinado «como la máquina de
vapor aplasta a la carretilla». Estas profecías subestimaban la resistencia de
la economía campesina y sobrevaloraban el atractivo que podría tener la
agricultura para el capital. Por un lado, la familia campesina podía sobrevivir
sin beneficios (la contabilidad de los costos no se puede aplicar a su
economía); y por el otro, para el capital, la tierra, a diferencia de otros
productos, no es infinitamente reproducible, y la inversión en la producción
agrícola termina enfrentándose a algún imperativo y produce menores ingresos.
El campesino ha sobrevivido más tiempo del que le habían pronosticado. Pero
durante los últimos veinte años, el capital monopolista, mediante sus empresas
multinacionales, ha creado una nueva estructura del todo rentable, la
«agribusiness», por medio de la cual controla el mercado, aunque no
necesariamente la producción, y el procesado, empaquetado y venta de todo tipo
de productos alimenticios. La penetración de este mercado en todos los rincones
de la tierra está acabando con el campesinado. En los países desarrollados
mediante una conversión más o menos planificada; en los países subdesarrollados
de forma catastrófica. Anteriormente, las ciudades dependían del campo para el
alimento, y los campesinos se veían obligados, de una manera o de otra, a
separarse de su llamado «excedente». No falta mucho para que todo el mundo
rural dependa de las ciudades incluso para el alimento que requiere su
población. Cuando suceda esto, si llega a suceder realmente, los campesinos
habrán dejado de existir.” [5]
Como afirmé más arriba en Paraguay este proceso
histórico universal se potencia por la mafia de la droga, de la soja y de los
ganaderos. Todos ellos se ven “molestos” por la presencia de los campesinos, y
se dedican a asesinar, criminalizar, encarcelar y condenar a los dirigentes
campesinos. El que no quiera verlo deberá mirar a otro lado.
tres. La “anomalía” del gobierno de Lugo
y lo “original” del de Cartes
No importan las limitaciones y falencias que
tuvo, el gobierno de Lugo fue una verdadera anomalía en la historia de
dictaduras y continuidades democráticas funcionales al “continuismo” que se
vivieron desde 1989 en adelante. Según un ex Ministro de su gobierno, Lugo
estaba apoyado en tres pilares que lo sostenían y explicaban:
- el movimiento campesino, social y popular que impuso la (débil) coalición electoral que lo llevó al triunfo, pero que no lo sostenía en sus tímidos aprontes reformistas y que lo terminó traicionando del modo más brutal (fue su aliado del Partido Liberal el que sostuvo el proceso de golpe constitucional y lo reemplazó en el gobierno.
- los procesos de transformación en curso en América Latina que generaron formas estatales de integración no tradicionales como el Alba y las promesas (incumplidas) de crear un Banco del Sur o generar una nueva estrategia de Defensa que reemplace la doctrina de Seguridad Nacional reciclada bajo la mascara de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
- una corriente militar progresista que gestó un inédito Ministerio de Defensa, popular y nacionalista, antimperialista y partidario de la unidad popular.
La táctica imperial fue transparente y debería
ser anotada por el movimiento popular latinoamericano: presionó a Lugo de todas
las maneras posibles (legales, comunicacionales, económicas y hasta con
maniobras de inteligencia) para que no “sintonizara” con el movimiento popular
de modo tal que lo desalentara y desmovilizara mediante la incorporación a la
función publica de decenas de dirigentes sociales; neutralizó todo lo que pudo
la integración con latinoamérica y se aprovecho del oportunismo económico
de los principales “socios comerciales” Brasil y Argentina que siguieron
sometiendo al Paraguay a “relaciones no equitativas”, o sea que ejercieron
formas coloniales de dominación sobre la electricidad y otras riquezas
paraguayas como la tierra que usufructúan productores brasileros y argentinos;
y cuando se vio con fuerzas para forzar la renuncia del Ministro de Defensa
desde la Embajada norteamericana los días de Lugo estaban contados. Claro que para
liquidarlo acudieron a la Masacre de Curuguaty como una clara señal que no iban
por Lugo sino por los campesinos y la izquierda revolucionaria.
El golpe preparó la llegada de Cartes que expresa
la continuidad del Stronerismo pero intenta cumplir las tareas inconclusas que
el capital internacional reclama: privatizaciones, más y más concesiones para
arrebatar el agua y la energía eléctrica y transformar todo en una
inmensa huerta de soja, marihuana y crianza de vacas.
En su camino neoliberal, Cartes no solo arremete
contra el pueblo, también tropieza con sectores del poder, de la vieja mafia
colorada y otros sectores burgueses.
cuatro. la huelga de hambre de Curuguaty
y la tercera huelga general
Permítanme una confesión personal: no me atraen
las huelgas de hambre. En mis lecturas adolescentes aprendí de los guerrilleros
rusos antifascistas y del Comandante Guevara que un hombre comprometido con el
cambio social debe cuidar su vida y ponerla al servicio de los demás. Hacer lo
que haya que hacer en beneficio de la humanidad, no importan las
circunstancias, era el modo de definir el heroísmo de Julius Fucik, aquel de
“por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que jamás la tristeza
sea asociada a mi nombre”.
Permítanme una segunda confesión personal: cuando
los Seis Campesinos estaban presos en la Cárcel de Marcos Paz (periodo de
tiempo carcelario que la Justicia Paraguay califica de “estadía en un hotel”),
vivía aquellos días con angustia y tristeza. Con mucho temor por los compañeros
y mucha impotencia.
Pero en este viaje a Paraguay; en las
conversaciones con Carlos Luis Casabianca, inveterado veterano de cárceles y
exilios, aprendí que en las condiciones extremas de un país en que no existe el
Estado de Derecho, la huelga de hambre es casi siempre el único recurso.
A diferencia de Argentina, tanto la lucha armada
contra la injusticia como la huelga de hambre en la Cárcel son parte de la
cultura política popular aceptada con bastante naturalidad por casi todos los
luchadores sociales y políticos.
La masacre de Curuguaty, los presos de Curuguaty,
la aberración jurídica de Curuguaty, el encierro infame de los campesinos de
Curuguaty precedió al golpe contra Lugo y durante meses y meses nombrarlos era
casi un acto de heroísmo por el grado de descalificación que el sistema había
logrado sobre ellos. Casi tanto como la que montó sobre los Seis Campesinos de
la causa Cecilia.
Pero los presos de Curuguaty resistieron.
Encabezados por su jefe político, el comunista Rubén Villada; alentados por sus
familiares dirigidos por una extraordinaria campesina de nombre Martina (que
nos visitó en Argentina el año pasado), rodeados por buena parte del movimiento
de derechos humanos: el Serpaj Paraguay, la Codehupy, la Comuna y sus equipos
jurídicos, sostenidos de todas las maneras posibles (incluidas las políticas
pero mucho más por la ternura) de la Articulación Curuguaty y su referente más
popular, el Pollo Fabricio, resistieron y pasaron a la ofensiva. Luego de
innumerables vejámenes, encerrados en la Cárcel más sórdida del Paraguay y
seguro que una de las más sórdidas de América Latina (más que las Colombianas,
que no es poco).
Hay una relación intima, oculta pero innegable
entre la resistencia de los presos de Tacumbú (y ahora nombro a todos los
presos políticos de Tacumbú) y la resistencia popular a las leyes
privatizadoras de Cartes. No es casualidad entonces que del conjunto de
consignas que convocaban la huelga general sobresalgan dos: la anulación de la
Ley APP (alianza entre lo publico y lo privado, les suena?) y la solución del
caso Curuguaty (no solo la libertad de los compañeros, sino la recuperación de
las tierras de Marina Kue para el pueblo).
Y son esas dos consignas las que le dan a esta
tercera huelga general un significado histórico especial.
No soy adivino, ni mucho menos experto conocedor
de la realidad paraguaya pero me animaría a decir que en el largo ciclo
histórico: frustración de la experiencia autonómica de Gaspar Francia,
genocidio argentino brasilero del pueblo paraguayo a finales del siglo XIX, la
larga noche de las dictaduras de Morinigo Stroessner, la farsa continuista con
mascaras democráticas, la anomalía Lugo y su derrota; la huelga general marca
un punto de recuperación de aquella frustración y vuelve a poner en marcha el
reloj de la acumulación de fuerzas.
Que avance o no dependerá de la fuerza y la
inteligencia del movimiento popular y de muchos otros factores (vitalidad del
proceso latinoamericano, disputas al interior del bloque de Poder, hegemonías
en el movimiento popular, etc.) pero algo tengo claro de mis viajes a Paraguay:
solo la ética puede fundar una política liberadora y no hay política de
liberación que no se haga cargo de los presos políticos, la actitud hacia ellos
es un barómetro eficaz de la verdadera subjetividad popular; el primer
derecho de los pueblos es a la autodeterminación y ese es el primer derecho a
defender de manera solidaria: luchar por la libertad de los presos políticos
paraguayos no es solo un deber ético y moral, es una acción de autodefensa para
todos los pueblos de América Latina porque de las muchas verdades guevaristas
hay una que atravesó todas las pruebas y es aquella que él envía sus hijos como
despedida y que sigue siendo la estrategia política más realista y eficaz de
todas: “…y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier
injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la
cualidad más linda de un revolucionario.”
[2] http://cronicasdelnuevosiglo.wordpress.com/2013/11/15/la-dignidad-se-aloja-en-el-sotano-del-penal-paraguayo-de-tacumbu/
[3] http://www.codehupy.org/index.php?option=com_content&view=article&id=241:-informe-preliminar-de-la-mision-de-observacion-internacional-de-la-situacion-de-los-derechos-humanos-en-paraguay&catid=8:estatutos
[4] complementé las conversaciones con la
lectura de tres libros: “Reflexiones políticas desde la Cárcel” de Agustín
Rodríguez, uno de los Seis Campesinos; “Clandestino y bajo el agua” de Carlos
Luis Casabianca, presidente del Partido Comunista Paraguayo y activo luchador
cotidiano a sus 86 bien llevados años que además fue mi generoso anfitrión y el
“Informe de Derechos Humanos sobre el caso Marina Kue” de la Coordinadora de
Derechos Humanos del Paraguay.